Cuéntame es un caso único en la historia de la ficción televisiva española.
Creo que es innegable que, durante muchas temporadas, fue una de las mejores series jamás hechas en nuestro país. Quizás la mejor, incluso. Era divertida, tierna, histórica sin resultar pesada, tenía personajes con los que conectaba la audiencia y estaba fabulosamente escrita. Se puede recordar con interés y cariño tramas como la estafa de Construcciones Nueva York, los líos sentimentales y políticos de Toni, las travesuras infantiles de Carlitos, los deseos de Inés de ser actriz y sus cuestionables elecciones de pareja sentimental (cuestionables para su familia, claro), la ludopatía de Antonio, el cuatro embarazo de Merche, el descubrimiento de la verdad sobre el asesinato del padre de Antonio y Miguel en la Guerra, las discusiones entre las abuelas Herminia y Pura, el romance prohibido entre Inés y Eugenio... y así podríamos seguir eternamente.
El problema es que Cuéntame es una serie alargada hasta el extremo. De ser una serie dramática con un fondo de lo más interesante ha pasado a ser un culebrón sin sentido en el que los Alcántara, mira qué casualidad, siempre están en todos los fregados históricos como quien no quiere la cosa. Vaya, que yo tengo la teoría de que al final los van a matar a todos en Puerto Hurraco porque por alguna infeliz casualidad se van a encontrar allí cuando aparezcan los hermanos Izquierdo con sus escopetas de caza. Muy desgraciado el ejemplo de cómo se puede destrozar una serie estupenda, que debería haber acabado con la muerte de Franco, por ejemplo, a base de alargarla sine die sólo porque la gente le tiene cariño y la sigue viendo y los Alcántara son "la familia de España".
Una pena.