Jean Rochefort. Aída Folch.
Con eso prácticamente podríamos dar por terminada la crítica de El artista y la modelo. Los dos actores protagonistas son un ejemplo de profesionalidad y talento. El galo es uno de esos grandes caballeros de la interpretación, tan llenos de elegancia y de miradas cargadas de dolor y expresividad. La catalana, por su parte, es una de las más gratas sorpresas que ha dado el cine español en los últimos años. Entre esta película y su personaje de la serie Cuéntame ha logrado hacer olvidar unos inicios nefastos en los que era ejemplo de absoluta falta de naturalidad al hablar (en Los lunes al sol, por ejemplo). El esfuerzo que ha de hacer aquí, donde además se pasa la mitad del metraje desnuda, es digno de aplauso por la dignidad y dulzura que imprime al rol de Mercè.
Por lo demás, la cinta de Fernando Trueba no logra en ningún momento resultar interesante o emotiva. Se encuadra en la Francia de la II Guerra Mundial y uno de sus dos protagonistas es una refugiada política, pero tan dramáticas situaciones le importan bien poco a Trueba (quien, todo sea dicho, dirige muy bien la película, con planos muy bellos, largos, que paladean cada detalle... quizá demasiado, incluso). Sí, es cierto, reflexiona sobre muchas cosas: la guerra, el arte, la amistad, la muerte. Pero lo hace de forma tan lenta, tan pesada y sí, aunque quede mal decirlo, aburrida que es imposible hacer nuestras las cuitas y situaciones de los personajes.

Lo mejor: Rochefort, Folch y la belleza visual de la cinta.
Lo peor: Es aburrida hasta la extenuación.