El señor de los anillos, Harry Potter, Las Crónicas de Narnia, Eragon, Los seis signos de la luz... y ahora La brújula dorada. Que el cine de fantasía goza de una excelente salud no es ninguna novedad (al menos en los estudios de cine; en la taquilla ya es otro cantar). Pero tampoco es novedad que, salvo en los dos primeros casos, la calidad de las películas había sido bastante mediocre, buscando cautivar a todo tipo de públicos e impidiendo que tuviesen el toque adulto que en ocasiones parecían pedir a gritos. Pero La brújula dorada es otra cosa. Es la vuelta de la fantasía bien hecha, de la imaginación, de la magia, del infantilismo bien digerido y de la apabullante belleza visual, que sin embargo, no ahoga la historia. Una historia muy elaborada y llena de personajes inolvidables, empezando por la niña Lyra, muy bien interpretada por Dakota Blue Richards, y continuando con todos los demás. Y no sólo entretiene y emociona, sino que también se permite incluir momentos "terroríficos" que pusieron los pelos de punta a los niños y los no tan niños (como el descubrimiento que hace Lyra en una cabaña en mitad del desierto helado o cierto momento traumático que viven la niña y su demon en esa fábrica del Magisterio, tan propia de Roald Dahl).
Sobre el reparto, destacar la vuelta de Nicole Kidman al buen cine después de ¿cuántos años?, con una interpretación excelente; la elegancia de un fugaz Daniel Craig; la veteranía bien utilizada de Sam Elliott (que aprenda el Peter O'Toole de Stardust) y Christopher Lee, y la presencia siempre recomendable de Eva Green, que incluso cuando no hace apenas nada, como aquí, transmite mucho más que las Knightley o Hathaway de turno.
En definitiva, una excelente opción para pasar la tarde, que da mucho más de lo que promete y de la que emerge un delicado mensaje en pro de la amistad, el valor y tantas otras cosas que no son novedad alguna, pero que se dejan ver mejor que otras veces.

Lo mejor: Me resulta difícil destacar algo de tan admirable conjunto, pero voy a qudarme con la música de Alexandre Desplat, los efectos visuales (que, repito, en ningún momento se comen la historia) y las presencias de Richards (excelente personaje el suyo), Elliott y Kidman. Y la historia, que es estupenda.
Lo peor: Que al final no te queda claro casi nada de lo que ha ocurrido (¿por qué es tan importante la brújula?*), algo comprensible si después va a haber dos películas más.