El rey en el fin del mundo nos cuenta la historia de Sir James Brooke, quien fue el primer Raj de Sarawak, en la actual Borneo. Su historia podría no haber tenido demasiado interés para el espectador medio, pero si decimos que este personaje sirvió de inspiración para personajes de Joseph Conrad o Rudyard Kipling, la cosa cambia, sin duda.
La película de Michael Haussman (quien ha destacado mucho más como director de videoclips que de cine, hasta la fecha, haciendo trabajos para artistas como Justin Timberlake, Selena Gomez, Chris Cornell, Madonna o Alejandro Sanz) se beneficia de unos paisajes maravillosos, la más que correcta química entre Jonathan Rhys-Meyers y Dominic Monaghan, unos personajes bien construidos y una oda al espíritu de aventura para componer una interesante fábula sobre la persecución del ser y la consecución del lugar propio en el mundo.
Correcta, notable incluso, y bastante interesante. No tiene mucho que admirar excesivamente, pero tampoco nada que criticar, y la producción es francamente buena.

Lo mejor: Entretiene y sabe cómo interesar.
Lo peor: No es una obra maestra.