Neil Jordan filma una impactante historia de un amor atípico pero muy poderoso mezclada con una clásica intriga política del IRA, que tantas veces aparece en el cine de Irlanda. El problema es que, si bien por separado ambas partes funcionan a la perfección (el comienzo, mientras aparece el personaje de Forest Whitaker, es un excelente thriller político, y lo que viene después es una historia de amor poderosísima que cautiva desde el primer minuto), juntas dan sensación de ser dos películas distintas que perfectamente podrían haberse estrenado cada una por su cuenta, sin necesidad de ir unidas bajo el título de Juego de lágrimas. Afortunadamente, aparecen por allí Miranda Richardson, deliciosamente perversa, y sobre todo un Stephen Rea conmovedor que clava la bella personalidad de Fergus, y un Jaye Davidson que es todo emoción, soberbio y apasionado, salvaje y tierno, valiente y frágil, todo a la vez.
Muy digna de verse, muy valiente y algo irregular y descompensada, pero se le puede perdonar.

Lo mejor: Rea y Davidson, soberbios.
Lo peor: No encaja bien una cosa con otra.