"El oficio de boxeo es como cualquier otro, sólo que en este se ve la sangre".

Vista dos veces en mi vida, la primera de ellas, siendo un adolescente, me causó gran impresión y pensé esto de ella:

"Muy buena película, dotada de una gran intensidad dramática.
Excelentemente dirigida por Robson, un director que me gusta mucho, pese a darme cuenta de que suele ser bastante académico, aquí dota de vigor a la historia.
Las interpretaciones son sublimes, con un Douglas inconmensurable, por cuyo papel fue nominado al Oscar (creo que por primera vez en su carrera).
Estupenda fotografía en blanco y negro, y un final que se queda grabado en la retina y en la memoria para siempre".

Ahora, en agosto de 2020 la emiten por un canal privado de televisión y como quiera que, en efecto, sólo recuerdo bien el final, inolvidable, la vuelvo a ver. Y mi consideración es igual que la primera.
Una gran película, intensa, dura, áspera cruel en ocasiones, excelentemente interpretada y con matices rigurosos sobre la profesión de boxeador y sobre el mundo que le rodea, así como la forma en la que afloran perturbadores sentimientos humanos.
Una buena película que refleja el alma humana como solía hacer el Hollywood dorado, sin aditivos, nada de "política correcta", clara y concisa, dolorosa también.

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