“Una sombra en mi ojo” tiene escenas potentes, una estructura interesante, una historia dura y basada en hechos reales, algunos planos buenos y alguna escena entrañable. Pero, aun con todo, tiene ese tufillo a película de sobremesa llena de agujeros de todo tipo y más grandes que los que provocaron los bombaderos de la RAF: ilógicas o pobres motivaciones, personajes instrumentales o intercambiables, diálogos escritos con pereza, y puestas en escena de salvar la papeleta. Es una de esas películas que provoca que detectes qué es lo que hacen bien las películas grandes, lo que desemboca en continuas desconexiones de atención y emocionales durante su visionado.

De todas formas no quiero que te lleves la sensación de que es basura, porque no lo es. Se trata simplemente de una película efectista que rueda bien si no le pides demasiado, igual que lo que ocurre con un dibujo de deficiente ejecución cuando lo miras desde lejos. Desde esa distancia, funciona a la perfección.