Buen debut del genial director nipón en el mundo del cine, dirigida con mano férrea y sobriedad mezclando interminables escenas en las que se observa al protagonista pasear de un lado al otro del encuadre con estallidos de violencia nada gratuita, mostrada con crueldad y realismo. Esta peli que supuso la antesala para posteriores éxitos como Reservoir Dogs o la muy parecida en argumento Teniente Corrupto, emblemas de la nueva ola de los 90.
Con un estilo muy personal, tanto en la dirección como en la interpretación, marcados por el destino de dos accidentes, el primero el que sufrió el que iba a ser el director en un principio y que tuvo que ser sustituido por el que a la postre se convertiría en uno de los directores más prestigiosos del cine asiático, el segundo el que sufrió Kitano con una moto y que le dejaría una cojera característica y unos tics en la cara que ya son míticos en sus actuaciones.
Cabe destacar que a nosotros, los occidentales, nos resultará chocante esta toma de contacto con la cultura japonesa en ciertos comportamientos de los protagonistas, mientras que en el cine americano lo importante es matar y que no te maten, en Japón existe una cultura milenaria, marcada por el honor la venganza y el suicidio ritual, que se ve reflejada en ese duelo de samuráis entre el poli violento y el yakuza sanguinario, que trascenderá mucho más allá de todo lo que les rodea hasta que el circulo de autodestrucción de ambos se estreche en un inevitable duelo final.
El final es estremecedor.