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Chris Jiménez rating:
10
Horror. Drama Actor Guy Woodhouse and his wife Rosemary move into a new apartment. In no time they befriend their neighbours, the aging Castevets. Rosemary soon becomes pregnant. But when her obstetrician prescribes herbal medicines, which the Castevets provide, Rosemary becomes increasingly sicker. She becomes suspicious of the strange coincidences that start to occur around her and comes to believe that the Castevets, her obstetrician and even Guy ... [+]
Language of the review:
  • es
July 17, 2017
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Rosemary camina precavida, cuchillo en mano, por un largo pasillo tan estéticamente renacentista que parece como si una puerta se hubiese abierto a un túnel del tiempo.
Una iglesia en llamas...un retrato familiar...finalmente todos están ahí, congregados en el salón. Al fondo una enorme cuna tan negra como el color de la piel de aquél que engendró a la criatura que dentro aguarda la llegada de su madre...

Más que un elaboradísimo plano-secuencia de ricos detalles técnicos, es una disgregación espacio-temporal que desplaza las líneas de la realidad hacia un fondo completamente difuso en su término psicológico, con un sentido de desfase el cual roza lo grotescamente auténtico pero que alcanza directamente el inconsciente; la madre se enfrenta a su pesadilla conjurada o a la verdad de un triste nacimiento. Es de hecho cuando Roman Polanski ya no precisa de seguir arrastrándonos al interior de ninguna quimera o figuración; inmersos en ella nuestra sola imaginación, desde el interior de la mente de Rosemary en la que habitamos, empieza a crear una suposición de lo terrible...
Pocas veces el horror se sintió tan palpable y auténtico; cuando el cine de dicho género no era más que casas encantadas, monstruos de mitología, desmembramientos sin sustancia o historias de vampiros, uno de los cineastas más prometedores del momento llegó para protagonizar un pequeño vuelco que algo después remataría "El Exorcista". Su decisión de adaptar el "best-seller" del genio Ira M. Levin, "Rosemary's Baby", publicado sólo un año antes, fue desde luego la acertada, tras ofrecer un producto tan irregular como "El Baile de los Vampiros".

Se embarca en su primera producción puramente norteamericana gracias a que el mítico artesano (más conocido por su cine de terror) William Castle ha logrado los derechos del libro del neoyorkino; el actor/director John Cassavetes se une al reparto y una joven Mia Farrow, sobre todo conocida por su matrimonio con un Frank Sinatra que se divorciaría de ella al continuar su carrera (pero hizo bien, el hombre). Y todo empieza con un gran plano de la ciudad y una nana (cantada por la misma actriz) que a modo de presagio anuncia acontecimientos no muy halagüeños...
El matrimonio Woodhouse, Rose y Guy, se disponen a formar parte de los enormes apartamentos Bramford, cuya arquitectura renacentista resulta inquietante a simple vista; el director se toma tiempo para entrar en la intimidad de estos personajes, y lo hace alargando las secuencias, filmando cámara en mano, captando una inmediatez abrumadora, y quedando en pantalla la impronta de la perfecta química entre actor y actriz, equilibrándose el radical método de improvisación de uno a la cuidada y meticulosa actuación de la otra. Lo que hace Polanski es dejar que nos familiaricemos con el ambiente, los interiores, sus zonas más oscuras y mohosas y las más acogedoras; es vital que nos sintamos parte de ello.

Al mismo tiempo, como buen heredero de Hitchcock que es, comienza a presentar diversos elementos que desatan una intriga y nos sitúan en el centro de un supuesto peligro; la advertencia de un amigo de la pareja sobre brujería como parte de la historia del edificio donde han ido a parar no resulta reconfortante, pero es la muerte de la joven Terry, sin resolver, el resorte de la sospecha. Y en quien se vuelca aquél para empezar a maquinarla es Rosemary; de repente una ventana se abre al pasado de la muchacha, y casi sin romper la realidad del entorno emergen los recuerdos personándose en el escenario.
La ruptura es fascinante pues, al estilo de Mizoguchi, Polanski también hace brotar lo impalpable gracias a una puesta en escena en la que el movimiento de la cámara revela lo invisible para conmover y perturbar al espectador, si bien la sobria fluidez teatral del primero encuentra la vía del extremo realismo del segundo; la intervención de un matrimonio anciano, Roman y Minnie, sugiere una falsa apariencia que esconde una sospechosa verdad. Poco a poco veremos cómo el cineasta estrecha el lazo alrededor del cuello de Rosemary, cómo la invasión de su intimidad provoca que su existencia se aleje cada vez más de su voluntad individual.

(CONTINÚA LA CRÍTICA EN ZONA SPOILER)

A pesar de un rodaje cargado de problemas (sobre todo debido a la mala relación entre Polanski y el impulsivo Cassavetes), medio Mundo se rindió ante el poder, el ataque y la visión revolucionaria de "Rosemary's Baby", crítica y público, y fue la sensación del momento.
A partir de entonces el horror, que ya había iniciado su metamorfosis gracias a títulos como "Psicosis", "La Máscara del Demonio", "Arde, bruja, Arde", "Onibaba", "La Hora del Lobo", "La Noche de los Muertos Vivientes" o la serie de adaptaciones de Allan Poe por cuenta de Roger Corman, cambia su concepción y enfoque hacia terrenos más maduros, además de poner de moda el asunto del satanismo en el cine. Lo más importante es que resulte real y plausible, y Polanski lo logra.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details. View all
Chris Jiménez
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