Un matrimonio de detectives de New York elige como destino para sus vacaciones una pequeña localidad de la costa donde tendrá lugar un concurso de belleza organizado por un amigo común. Durante los primeros días todo se desarrolla con normalidad, incluyendo alguna escena de celos a cargo de la esposa del protagonista.
Sin embargo, esa aparente calma se va a ver trastocada cuando aparezca en escena un gangster que al parecer ha financiado buena parte del evento. Intrigado por su presencia, la pareja intentará ponerse en guardia e investigar una serie de asesinatos para que no recaiga sobre ellos la sombra de la sospecha...

A pesar de las similitudes en el título, no, no estamos ante una película que hable de descerebrados conductores de coches y que haya servido como inspiración a esa larga y repugnante franquicia que hoy en día está destrozando muchas neuronas por ahí. No, estamos ni más ni menos que ante una buenísima muestra de lo que era el cine negro de antaño de puro corte puramente "hitchcockiano", sobre todo en su trato con el humor y con el tema de los falsos culpables.
Recordado sobre todo por sus magníficas coreografías para los grandes musicales de la MGM en los inicios del cine sonoro, Busby Bekerley supo también ser un director todoterreno que, al igual que otros artesanos de su época, era capaz de poner en imágenes de forma eficaz cualquier tipo de historia. Sin embargo, si hay un género en el que sobresalió más allá del musical fue en el cine negro, al que pertenecen "Han Hecho de mí un Criminal" y esta pequeña obra en la que el guión otorga la misma importancia al matrimonio protagonista y a la figura del gangster despiadado, cuya imagen no contiene los rasgos románticos a que estaba acostumbrado el público de la época, los mismos rasgos que hicieron de él una suerte de antihéroe popular.

Por el contrario, el planteamiento de "Fast And Furious", que apunta a un indudable conservadurismo, no afecta al conjunto de una película por lo demás destacable por el buen entretenimiento y suspense que ofrece y por el magnífico trabajo de sus protagonistas, la muy rubia y guapísima Ann Sothern (bajo su nombre, en el cartel del film, se podía leer "la rubia explosiva") y Franchot Tone, uno de los rostros más populares de la entonces interminable nómina de estrellas de la MGM, siempre capaz de imprimir dignidad y fuerza a sus personajes.