No es nuevo el planteamiento sobre el control privado y la intimidad de la gente, pero nunca deja de resultar interesante. Tony Scott se adentra de ese mundo a su manera, con su estilo, ese tan odiado por la crítica, pero tan aplaudido por el espectador que no duda en dejarse atrapar por su vertiginoso montaje siempre al servicio del entretenimiento. Su cine puede resultar efectista y un tanto superficial, a mí me parece muy estético y personal, algo que siempre respetaré en el hermano de Ridley. Sus películas plantean temas densos y espinosos que resuelve sin discursos demagógicos ni falsas moralejas, ahí están la extraordinaria “El fuego de la venganza” o “Revenge” con planteamientos hacia las vendettas, “Enemigo público” está más en la línea de “Deja Vu”, narrando las posibilidades del control gubernamental con la excusa de salvaguardar los intereses de los ciudadanos mediante la política de que todo los métodos están por encima de los derechos para lograr los objetivos. Esta película se centra más en los efectos colaterales que esto puede tener en un individuo específico a nivel familiar, cómo se puede destruir al individuo atacando una credibilidad que se puede manipular a nivel tecnológico, sin pensar en la presunción de la inocencia y trabajando sobre los escrúpulos de quienes miran por esa ventana. No se puede ocultar que su finalidad no es tanto llegar a aspectos morales como el de el puro espectáculo, algo que logra con facilidad gracias a un competente reparto repleto de rostros conocidos, que dan la personalidad suficiente como para realizar una película sin otras pretensiones que no sean estrictamente lúdicas.