No esperamos ya, al menos no yo, al brillatísimo Álex de EL DÍA DE LA BESTIA. Difícil llegar a ese nivel, esa es la verdad. Se puso el techo muy alto y muy pronto, revolucionó el cine de los noventa en este país y eso le pesa en cada película. Como en los últimos filmes del vasco, arranque muy prometedor, más interesante y bien construido que en películas anteriores, sin llegar al excelso primer cuarto de LAS BRUJAS DE ZAGARRAMURDI, pero casi, para pasar a media película un pequeño bache que se salva por la habilidad para jugar con la claustrofobia de los personajes y ver cómo van mutando todos ellos en su egoísmo ante el peligro incierto pero real que les acecha. Eso lo maneja como nadie De la Iglesia, el perfil oscuro y egoísta del ser humano ante la amenaza o ante la posibilidad de hacerse rico. Los interpretes están todos bien, sobre todo una gran Blanca Suárez y un desconocido Mario Casas. Pero el final de la película, abierto, inconcluyente y muy demorado, no ayuda a llevarse un buen recuerdo de la misma. No obstante, muy por encima de MI GRAN NOCHE, su última decepción.