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Luis Guillermo Cardona rating:
8
Drama. Romance. War British barrister Sydney Carton lives an insubstantial and unhappy life. He falls under the spell of Lucie Manette, but Lucie marries Charles Darnay. When Darnay goes to Paris to rescue an imprisoned family retainer, he becomes entangled in the snares of the brutal French Revolution and is himself jailed and condemned to the guillotine. But Sydney Carton, in love with a woman he cannot have, comes up with a daring plan to save her husband.  [+]
Language of the review:
  • es
December 20, 2012
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La justicia es una sola. No hace distinción alguna entre el hombre y la mujer, el rico y el pobre, el débil y el poderoso, el aristócrata y el esclavo, el negro y el blanco, el inglés y el africano… La justicia solo sabe de hechos e intenciones, y a esto se ciñe rigurosamente para dictar su sentencia. Así las cosas, es bien poca la justicia que vemos a diario en la sociedad humana, porque en ella se privilegia a aquellos que tienen la sartén por el mango, en contra de los que solo pueden confiar en la integridad de los jueces. Y, del otro lado, en muchos casos se pretende la condena de las clases altas, sin sopesar más motivo que ese particular hecho.

Con el mismo profundo sentido de la existencia que había demostrado en sus grandes clásicos: “Canción de navidad”, “Oliver Twist” o “La pequeña Dorrit”, orientadas especialmente hacia el público más joven, Charles Dickens regresa, en 1859, con “HISTORIA DE DOS CIUDADES” para contarnos una experiencia adulta, y quizás una de las más maduras historias que nos haya dado la literatura.

La historia se presta para diversas interpretaciones. Pareciera ser un alegato en contra de la histórica Revolución francesa que puso fin a la monarquía y al absolutismo, pero durante la cual se cometieron toda suerte de desmanes. También podría verse, como un gran ejemplo del espíritu de lealtad y sacrificio que podía haber en un hombre del pueblo como Sidney Carton o incluso como la joven Marie Gabelle. Pero, lo que en particular me interesa y encuentro de enorme relevancia en esta historia muy bien adaptada por el director Ralph Thomas, es su sentido de la justicia, con el que se deja firmemente sentado que NO se puede condenar a una familia entera por los actos de uno o varios de sus miembros; que un apellido, un color de piel, o una nacionalidad, no pueden ser estigma para todos los que lo tengan; y que, por más que se haya sido víctima, no tenemos derecho a tomarnos -y a reducir- la justicia con propósitos de venganza, pues la pregunta es concreta ¿en qué puede ser mejor el que da de lo mismo que recibió?

Resulta de fuerte impacto, ese “insignificante” abogado, dedicado al alcohol e irresponsable, a quien, el día en que siente renacer el amor en su existencia, lo acompaña también un despertar que lo anima a generar un acto de justicia, que la sociedad enardecida no estaba en absoluto en capacidad de comprender.

Dirk Bogarde convence plenamente con esa efectiva caracterización que, como suele ser característico en un actor del más alto profesionalismo, le sale de adentro convirtiéndose a sí mismo en ese ser al que está representando. Dorothy Tutin, Cecil Parker y Donald Pleasence, entre otros, complementan muy satisfactoriamente una historia que está marcada con el sello de la trascendencia.

Título para Latinoamérica: “EL PRISIONERO DE LA BASTILLA”
Luis Guillermo Cardona
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