Si tuviera que elegir la mejor película de Kubrick, diría Barry Lyndon.
La primera vez que la vi la paré a mitad debido su extensión (y a que no me encontraba muy bien). Al día siguiente vi el desenlace y volví a verla entera.
Es una de esas películas que te envuelven de principio a fin. Una historia simple de un joven que ansía VIVIR cómodamente, que quiere llenarse de experiencias y lo consigue.
Ryan O'Neal con su faz aparentemente inexpresiva, termina comiéndose la cámara y los planos únicamente con sus ojos. Creó a un personaje cercano, que cala.
La majestuosidad de la película (además de un interesante y emotivo guión) recae sobre la labrada fotografía, ambientación y banda sonora; embelleciendo aún más esta obra maestra que tal vez, de lo único que peca es de extensa.