Con la llegada del 3D comercial y adecuado al cine digital, una de las sagas terroríficas más populares del blockbuster del horror, “Final Destination”, aprovechó el filón para lanzar una cuarta entrega destinada a tal uso. Y, cómo no, haciéndolo a todo gas, donde un circuito de carreras será el principio del fin de una vida tranquila y acomodado de sus protagonistas, dos parejas de amigos que asisten en directo a la catástrofe de explosiones, derrumbamientos,… Y solamente con el fin de esquivar a la muerte, el verdadero “serial-killer” de ésta historia.

David R. Ellis, que continuó la película inicial de James Wong con una primera secuela bastante pasable aunque en la altura de la media de sus posteriores (en una recordada secuencia que advertía de los peligros del airbag) aprovechó macabro el efecto 3D para darle jugo a la carnicería del destino luciéndose en un producto sumamente entretenido por sus efectos por aborrecible en su argumento en que incluso el agua, por el contrario del fuego puede convertirse en un enemigo muy pero que muy letal… Entre otras desfachateces que de un mero golpe convierten al cuerpo humano en papilla sin tener en cuenta las Leyes de la Física. Ambición no le falta a la película, hasta en lo mediocre de su resultado.