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Spain Spain · Madrid
keizz rating:
8
Documentary A collection of restored prints from the Lumière Brothers.
Language of the review:
  • es
November 8, 2017
5 of 5 users found this review helpful
Thierry Fremaux dirige y narra este documental en el que se nos muestran de manera sucesiva 108 películas, de menos de un minuto de duración cada una, de los hermanos Lumière. Fueron las primeras películas de la historia, por lo que se trata de un viaje a los orígenes del cine, además de una interesante mirada al mundo tal y como era justo antes de empezar el siglo XX.

Estas pequeñas joyas del incipiente cine van desfilando por la pantalla sorprendentemente bien restauradas, y a través de ellas Fremaux va tejiendo un apasionante documental, tan estético como pedagógico, aderezando las imágenes con comentarios que el propio director hace de las mismas, para que el espectador conozca cómo era el mundo en la época en que los hermanos Lumière y sus colaboradores se dedicaban a grabar las primeras escenas cinematográficas de la historia.

En este documental se pone de manifiesto que los Lumière ya hacían cine. No se limitaban a poner la cámara y grabar. Hacían cine tal y como lo entendemos ahora. Sus pequeñas grabaciones tenían su guión, sus actores (terribles, pero actores al fin y al cabo), buscaban las localizaciones precisas, ponían mucho esmero en los encuadres y hasta iniciaron los trucos cinematográficos. Eran ya pequeñas películas intencionadamente, no simples grabaciones sin más.

Además de eso, sus cintas retrataron la sociedad de entonces, y lo hicieron con una herramienta completamente nueva. Nadie antes había hecho películas. Ellos fueron los primeros. No tenían referentes ni nadie de quién aprender, a quien copiar, a quien intentar mejorar. Estaban creando un lenguaje artístico completamente nuevo. Un modo de expresión que hoy en día sigue vigente como vehículo artístico mediante el cual crear universos de los cuales disfrutamos millones de espectadores.

No es un documental al uso. No hay entrevistas ni un guión que seguir. Es una sucesión de pequeñas películas, una detrás de otra, con las explicaciones didácticas y humorísticas del director. Es algo tan simple como elegir 108 cortos de los Lumière, hacer el montaje y narrar un texto sobre esas imágenes. Así de simple y así de hermoso. A un tiempo divertido e histórico.

Impresiona el uso que hacían los Lumière de la cámara. Impresiona la profundidad de campo, algo que apenas se usa hoy en día, ya que siempre se tiende a centrar la atención en la acción principal desdeñando el resto. Usaban casi siempre la cámara fija, pero ya hicieron sus pinitos con el travelling, algo que llama muchísimo la atención tratándose de aquella época en que no había prácticamente máquinas relacionadas con el cine.

Los cortometrajes de los Lumière no se limitan a mostrarnos la vida en su Lyon, ni siquiera en Francia. Sus operadores viajan por todo el mundo y se nos muestran grabaciones realizadas en Barcelona, Ginebra, Biarritz, Jerusalem, Berlin, Chicago, Japón, África… un montón de sitios que quedaron registrados para siempre en sus cámaras.

Otra curiosidad. La famosa “Salida de los obreros de la fábrica” tiene tres versiones diferentes. Es muy curiosa la explicación que da Fremaux sobre esa película, a la primera versión que hicieron le faltaba el coche de caballos, que sí aparece posteriormente. En las tres son las mismas puertas (una grande y otra pequeña) y el mismo modo de salir. Primero las mujeres, luego un pequeño grupo de hombres, luego más mujeres, y al final varios hombres, algunos en bicicleta. Y por ahí en medio un perro. En las tres es más o menos igual, con el añadido final del coche de caballos. Sin darse cuenta, los Lumière habían inventado también el remake.

Se nota mucho que a Fremaux le encanta el cine y le apasionan las imágenes antiguas. El documental está hecho con mucho cariño. Esa pasión que pone el director traspasa la pantalla y llega al espectador, que disfruta aprendiendo, o aprende disfrutando, que es como nos decían en el colegio que era la mejor forma de aprender.

Para el público de cine de pasar el rato no la recomiendo, pero para los cinéfilos es toda una gozada. Es impagable contemplar los primeros gags de la historia del cine, actores que miran a la cámara, figurantes que se ríen de manera desmedida para subrayar que la escena es cómica, o planos increíblemente espectaculares para la época como el de las mujeres lavando ropa y los hombres fumando en un plano superior. De verdad, una gozada.

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keizz
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