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Spain Spain · Corruptown
Kwisatz rating:
8
Horror. Mystery A giant great white shark arrives on the shores of a New England beach resort and wreaks havoc with bloody attacks on swimmers until a part-time sheriff teams up with a marine biologist and an old seafarer to hunt the monster down.
Language of the review:
  • es
September 3, 2010
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Antes de que los dinosaurios virtuales poblaran los cines, existía un animal prehistórico nacido en los mares que aterrorizaba al público desde el 1975.
Su nombre Tiburón (o Jaws para los puristas), el más célebre de los animales psicópatas.
Un prometedor Steven Spilberg en estado de gracia (con olfato de tiburón para oler los billetes de la taquilla a años de distancia), dirigió esta pieza maestra del cine de suspense con un pulso digno del mejor Hitchcock.
Como no se podía trampear entonces con la CGI, no había más remedio que ser creativos.
Y por ello crearon el mítico plano subacuático que todo espectador tiene grabado en su subconsciente, en verdad una auténtica genialidad. Sentir el escalofrío de ver las extremidades de las potenciales víctimas del asesino subacuático a través de sus ojos, mientras nada sigilosamente entre ellas, y observar el terror que origina cuando de repente asoma su aleta dorsal… es sencillamente estremecedor (incluso permitiéndome una licencia lírica una metáfora de la muerte).
Los ataques están bien resueltos, resultan creíbles incluso a día de hoy, gracias a la inestimable colaboración del “actor especial” Bruce (el tiburón animatrónico creado para los planos cortos) y los cortes de documental de gente tan experimentada y profesional como Ron y Valery Taylor.
El triunvirato de actores Roy Scheider, Richard Dreyfuss y Robert Shaw, está espléndido. Sus peripecias durante de la caza del escualo son dignas del mejor cine de aventuras. Ahora bien, si tengo que quedarme con uno, me quedo con Robert Shaw y su excepcional narración (que por cierto es del todo real) del naufragio del acorazado USS Indianápolis, así como con su entrañable tira y afloja con Richard Dreyfuss encarnando a un voluntarioso biólogo marino.
Y para acabar de rematar esta crítica alabar la célebre composición de John Williams, sin la cual todo lo dicho quedaría huérfano, ya que se trata de una pieza clave en el film, puesto que su leitmotiv es como el espíritu del tiburón, no lo ves pero sabes que está ahí acechando.
En definitiva todo un hito del cine para devorar con los sentidos. Bon apetit.
Chan, chan, chan, chan….
Kwisatz
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