Hay que ser generosos con los debutantes. Generosos con nuestros raseros hacia ellos y pacientes con sus errores. Y más si, como es el caso, han realizado una primera obra lúdica, con un evidente interés por el descojone y que no tiene aires de grandeza ni de pedantería, algo infrecuente en los debús cinematográficos.

Luego Raimi ha confirmado con sus films que el terreno donde se encuentra más cómodo es precisamente el que muestra en 'Posesión infernal', este es, el entretenimiento sin más, usando elegantes dosis de talento visual y narrativo. No obstante, se pierde siempre. Sus películas pierden su propio hilo en algún momento, pierden fuelle y casi nunca remontan. Solo la magnífica 'Spiderman 2' queda fuera de esta lógica que ya es evidente en esta 'Posesión infernal' que se desploma hacia medio metraje y nos deja en el limbo del tedio. Y eso que apenas dura 80 minutos.

Otro problema grave es que la película envejece mal y, pongo la mano en el fuego, ningún espectador contemporáneo mainstream sabría encontrar en ella nada interesante si no son sus ridículos efectos especiales y maqullaje. Envejece mal y mucho, algo que también sería un aviso de las siguientes obras del director, que se deterioran inexplicablemente en pocos años. En solo 10, el primer 'Spiderman' parece que tenga 30 años más, por no hablar de 'Darkman', que parece hecha en los 60 del siglo pasado.

En definitiva, una mala película sin más pretensión que entretener, muy querida por una legión de fans y que muestra, eso sí, personalidad y recursos cinematográficos en el debú de un director irregular pero que nos cae la mar de bien, que también cuenta.