Es cierto que sobran las comparaciones entre películas, pero es innegable que en los últimos meses ha habido un boom de películas espaciales realistas, centradas en los aspectos físicos (que si la relatividad del tiempo, la relatividad del espacio y la madre que lo fundó) y en los psicológicos (las relaciones entre los astronautas, la exposición a la soledad...). Gravity e Interstellar son, junto con Marte, las películas a las que me refiero. Y dentro de esta atmósfera de autenticidad (aunque al final no todo sea científico al 100%), la cual me encanta, estas películas tienen sus diferencias.

Marte sabe compaginar como ninguna otra película de su género la convivencia entre angustia y humor. Es esta sinergia la que aporta un toque extra de humanidad. En una situación tan desesperada, el ser humano es capaz de reírse de uno mismo. Eso es extraordinario.

Otro aspecto crucial para el más que correcto funcionamiento de la trama es la gran actuación de Matt Damon. Interpretando un papel poco prototípico, el actor expresa a la perfección la fuerza de quien, por sus habilidades y destrezas, ha sido entrenado para soportar condiciones extremas, sin perder de vista la faceta de "persona", con las fragilidades e inquietudes que todo ser humano tiene. Puede sonar a "cliché", pero el personaje está construido más allá y mucho mejor de lo que esta breve y superficial descripción puede mostrar.

Abrigado por una excelente fotografía y ambientación (repito: excelente), el film concilia ciencia y humanidad de una manera que, sin darle más vueltas de las necesarias, se puede catalogar de bella. Por lo demás, intriga y superación, llevados de la mano de Ridley Scott de una manera francamente fluida con un tono que, sin ser superfluo, se aleja del típico bodrio plagado de tecnicismos y ceños fruncidos.