Lo primero que tengo que decir es que me ha gustado esta película. No salí del cine dando saltos, ni eufórico, ni impactado, pero me ha agradado y bastante. La sensación que tengo ahora mismo, tal vez dentro de una temporada cuando tenga ocasión de revisarla baje mi entusiasmo, es muy positiva. Excelente ambientación, buenas interpretaciones, estupenda realización, no es tendenciosa, ensalza la figura de Escrivá de Balaguer pero no la magnífica, en aquella época aún no tenía las implicaciones ni el entendimiento que posteriormente tuvo con el régimen, supongo que más que el fundador, la obra en sí.
Es a la vez una mirada hacia la guerra civil española desde afuera, una mirada creo que acertada, sin discursos morales, sin buenos y malos predeterminados. Hay una frase al principio quizás algo simple pero reveladora “Era una guerra de fascistas contra comunistas, pero resulta que medio millón de personas murieron, la mayoría civiles”, yo añado. De esos que murieron cuantos eran comunistas, cuantos fascistas, y cuantos eran personas que simplemente luchaban por sobrevivir en aquel infierno, que como siempre unos pocos deciden y muchos padecen, siendo precisamente los que deciden, casi siempre los que menos lo sufren.
Todos sabemos que había un gobierno salido de las urnas y unos militares que se levantaron, pero eso no quita para reconocer que en ambos bandos se cometieron atrocidades, en todas partes hay asesinos pero también buenas personas, los fascistas en España reprimieron y asesinaron mucho más, pero cuál es la razón, eran más asesinos que los otros, o simplemente fueron los que ganaron la guerra.
También hay una historia personal. El principal protagonista e hilo conductor del relato no es el fundador del OPUS, una buena parte de la cinta, nos habla de incomprensión, de incomunicación, de perdida, de sentimientos, de la necesidad de cerrar heridas, por cierto a mi entender bastante bien expresados y plasmados en la pantalla. Si miramos en nuestro interior todos tenemos dragones que descubrir, otra cosa es que no queramos verlos. Como se dice en algún pasaje. Cuando perdonamos liberamos a alguien, a nosotros mismos, ya que estamos atrapados y somos prisioneros de ese rencor.