Angelopoulos es coherente en su trayectoria fílmica al reiterar las constantes de un particular y fascinante universo temático y formal: el gris, el agua, la niebla, el viaje, la frontera, el simbolismo, el lirismo, los planos largos, la contemplación emanada de la morosidad, etc. El inicio y el final del periplo de los dos niños es, simplemente, magistral, poesía visual pura, con las metáforas de la luz y las tinieblas y la niebla y el árbol. Sin embargo, el nudo de la historia adolece de la falta de elementos más sólidos que estén a la altura de aquellos (por ejemplo, el motorista Orestes y su doble aparición), con lo que la película se resiente en su desarrollo y llega a pecar en algunos momentos de inconsistencia y de cierto estancamiento, por más que se desee encontrar símbolos continuos y por doquier. En consecuencia, considero que "La mirada de Ulises", obra posterior pero con la que comparte "Paisaje en la niebla" múltiples concomitancias temáticas y estéticas, es superior al dotar al viaje, a la odisea del protagonista, de unas peripecias o situaciones más complejas y ricas, más sustanciales y evidentes, mientras que la película que aquí nos ocupa a veces naufraga en una densa niebla argumental bastante estéril y autocomplaciente.