Comenzaré por decir que esta cinta era la opción más decente que había en el autobús en el que viajaba. En efecto, me encontraba inexorablemente amarrado a un asiento de autobús por aproximadamente cuatro horas y ello no tenía remedio.

Sin embargo falta decir que también la elegí porque dentro de mí estaba la esperanza (pequeña, pero existente) de ver una escena de desnudo, una pierna, o por lo menos una pantorrilla de la diosa Rachel McAdams y con ello hacer pasables las horas de viaje que me esperaban.Para mi desgracia aquella escena jamás llegó pero para mi sorpresa algunos elementos francamente me gustaron.

La película pone una situación imposible: Un hombre que puede viajar en el tiempo (Los sarcásticos dirían: ¡Que original!) pero lo interesante es que a través de estos viajes re-define la relación con su familia, la manera en que conoce personas y en buena manera como llega a comprender a los sujetos.

Esto último es imprescindible en la cinta pues a través de una situación fantástica el protagonista logra acercarse a su entorno desde una perspectiva diferente, desde una ventana sumamente emocional (emotiva) a través de la cual se convierte en hijo, en esposo o en padre.

Un ejercicio cinematográfico que hace reflexionar en la abrumadora e intrincada relación que guardamos con los demás, con la manera de vivir los días, los encuentros y los adioses.

Finalmente pude ver algo más que un film “palomero”. Fue una película de la cual no esperaba casi nada pero terminó dándome algo al final de aquel viaje.