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Rómulo rating:
8
6.4
45,931
Fantasy. Drama. Romance. Thriller
An other-worldly fairy tale, set against the backdrop of Cold War era America circa 1963. In the hidden high-security government laboratory where she works, lonely Elisa (Sally Hawkins) is trapped in a life of silence and isolation. Elisa’s life is changed forever when she and co-worker Zelda (Octavia Spencer) discover a secret classified experiment.
Language of the review:
- es
February 19, 2018
7 of 9 users found this review helpful
La forma del agua
"Muchos de nosotros tenemos ideas fijas y el cuento de hadas es un antídoto, una forma de llegar a las emociones. Quería que la película fuera precisamente emociones e imágenes, más que palabras." Guillermo del Toro
No cabe duda, la esfera en la que se desenvuelve Guillermo del Toro no se circunscribe al mundo real sino a un universo que le es muy propio y al que se aferra con la misma tenacidad que un niño a su juguete. Y es que el mexicano no es sino un niño grande que como ya lo hiciera con "El laberinto del fauno" ha vuelto a filmar una película muy arriesgada que se enmarca dentro de su mágico, íntimo y personal cosmos alejado, tal vez, de un sector del público que no le perdonará, probablemente, ciertas libertades. Pero ¿qué hubiera sido de las tragedias griegas, de las dramáticas piezas operísticas o del emocionante cine de aventuras sin el inefable subterfugio del "Deus ex machina", puesto en práctica por los clásicos helenos? Y es que el cine es ante todo un espectáculo visual creado para divertir, reír, llorar, enamorar, soñar, acelerar los latidos de nuestro corazón y despertar todo tipo de sentimientos. Para ello, puede y debe facultarse establecer sus propios códigos y romper, cuando así convenga, con los cánones tradicionalmente establecidos.
Las licencias, y no son pocas, que del Toro se permite en su fantástica e hipnótica fábula "La forma del agua" por la imperiosa necesidad de encajar todas y cada una de las piezas del guion, no empañan en absoluto, al menos para este cronista, la magia, ternura y sensibilidad que se manifiestan en esta maravillosa película. Sus protagonistas son seres desvalidos, marginados de una sociedad que no perdona ciertas limitaciones, perdedores condenados a las sentinas de una embarcación cuyos timoneles no descienden jamás a sus húmedas y sombrías estancias. Seres, sin embargo, capaces de esconder en su interior valiosos tesoros como la compasión, ternura, amistad, una inmensa capacidad de amar y el coraje de no rendirse nunca a pesar de la adversidad de sus circunstancias.
Existen, además, en "La forma del agua" grandes dosis de emoción, intriga y arrolladora fuerza narrativa como para mantenerte despierto y en continuo estado de alerta. Me sobrecoge y atrapa -magistralmente interpretada por Sally Hawkins- la listísima y avispada Elisa, toda ella corazón y dulzura, una mujer supendida en la más degradante soledad, que luchará hasta las últimas consecuencias por salvar a su extraña e inquietante criatura.
A través de una fotografía de tonos sobrios, oscuros y una ambientación excepcional, Guillermo nos transporta a un recóndito y sórdido laboratorio subterráneo a principios de los 60 en plena guerra fría en algún lugar de la ciudad de Baltimore. Y los prodigiosos arreglos del francés Alexandre Desplat, reconocido como uno de los diez mejores compositores de cine en el mundo, ponen la guinda a este exquisito manjar. Canciones, tan nostálgicas y deliciosamente melódicas como "You'll never, know", "Pretty baby", "Hello, Frisco, hello" o "The wide Missouri", sazonan con encomiable acierto y buen gusto cada secuencia de la película.
A mí, qué quieren que les diga, me ha gustado muchísimo este último y fascinante trabajo de Guillermo del Toro y me atrevería a asegurar, aún a riesgo de decepcionar a un numeroso y respetable auditorio, que es ésta, y con mucho, su mejor y más brillante realización.
Emilio Castelló Barreneche
"Muchos de nosotros tenemos ideas fijas y el cuento de hadas es un antídoto, una forma de llegar a las emociones. Quería que la película fuera precisamente emociones e imágenes, más que palabras." Guillermo del Toro
No cabe duda, la esfera en la que se desenvuelve Guillermo del Toro no se circunscribe al mundo real sino a un universo que le es muy propio y al que se aferra con la misma tenacidad que un niño a su juguete. Y es que el mexicano no es sino un niño grande que como ya lo hiciera con "El laberinto del fauno" ha vuelto a filmar una película muy arriesgada que se enmarca dentro de su mágico, íntimo y personal cosmos alejado, tal vez, de un sector del público que no le perdonará, probablemente, ciertas libertades. Pero ¿qué hubiera sido de las tragedias griegas, de las dramáticas piezas operísticas o del emocionante cine de aventuras sin el inefable subterfugio del "Deus ex machina", puesto en práctica por los clásicos helenos? Y es que el cine es ante todo un espectáculo visual creado para divertir, reír, llorar, enamorar, soñar, acelerar los latidos de nuestro corazón y despertar todo tipo de sentimientos. Para ello, puede y debe facultarse establecer sus propios códigos y romper, cuando así convenga, con los cánones tradicionalmente establecidos.
Las licencias, y no son pocas, que del Toro se permite en su fantástica e hipnótica fábula "La forma del agua" por la imperiosa necesidad de encajar todas y cada una de las piezas del guion, no empañan en absoluto, al menos para este cronista, la magia, ternura y sensibilidad que se manifiestan en esta maravillosa película. Sus protagonistas son seres desvalidos, marginados de una sociedad que no perdona ciertas limitaciones, perdedores condenados a las sentinas de una embarcación cuyos timoneles no descienden jamás a sus húmedas y sombrías estancias. Seres, sin embargo, capaces de esconder en su interior valiosos tesoros como la compasión, ternura, amistad, una inmensa capacidad de amar y el coraje de no rendirse nunca a pesar de la adversidad de sus circunstancias.
Existen, además, en "La forma del agua" grandes dosis de emoción, intriga y arrolladora fuerza narrativa como para mantenerte despierto y en continuo estado de alerta. Me sobrecoge y atrapa -magistralmente interpretada por Sally Hawkins- la listísima y avispada Elisa, toda ella corazón y dulzura, una mujer supendida en la más degradante soledad, que luchará hasta las últimas consecuencias por salvar a su extraña e inquietante criatura.
A través de una fotografía de tonos sobrios, oscuros y una ambientación excepcional, Guillermo nos transporta a un recóndito y sórdido laboratorio subterráneo a principios de los 60 en plena guerra fría en algún lugar de la ciudad de Baltimore. Y los prodigiosos arreglos del francés Alexandre Desplat, reconocido como uno de los diez mejores compositores de cine en el mundo, ponen la guinda a este exquisito manjar. Canciones, tan nostálgicas y deliciosamente melódicas como "You'll never, know", "Pretty baby", "Hello, Frisco, hello" o "The wide Missouri", sazonan con encomiable acierto y buen gusto cada secuencia de la película.
A mí, qué quieren que les diga, me ha gustado muchísimo este último y fascinante trabajo de Guillermo del Toro y me atrevería a asegurar, aún a riesgo de decepcionar a un numeroso y respetable auditorio, que es ésta, y con mucho, su mejor y más brillante realización.
Emilio Castelló Barreneche