Se ha escrito mucho sobre la novena legión romana, en especial porque Roma estaba gobernada por tres poderosos y entre ellos existía un pique sobre quién haría más grande a la nación. Esta ambición sin límites llevó a enfrentarse contra vecinos sin motivo alguno y perder guerras que dejaron en la mayor de las vergüenzas al ejército romano.


De ahí arranca esta historia, se perdió hace 20 años el estandarte de oro de la novena legión y sus 5.000 hombres que la acompañaban. Por casualidades del destino, el hijo del hombre responsable de aquel supuesto desastre, aparecerá como voluntario para recuperar la imagen que representa el poder de Roma. ¿El problema? Qué está muy alejada la zona, pasando los muros de Adriano y entrando en el norte de Britannia, donde ningún romano ha llegado con la cabeza sobre los hombros. ¿Con qué ayuda contará? Pues indudablemente que no lo hará con 10.000 hombres, ni con 5.000 como su padre, ni tan siquiera con 1.000. Su única ayuda, un esclavo que acaba de salvar de morir bajo la espada de un gladiador. Esclavo, orgullo y fe...sus tres armas para devolver la figura a Roma y la honra a su familia.

La película es bastante entretenida, muy variada en cuanto a personajes, se aprende mucho del mundo de Roma y lo que lo rodeaba y la fotografía es muy buena. Las escenas de batallas están curradas, pero como de costumbre, es complicado saber quien da y quien recibe. En cuanto a las actuaciones, Channing Tatum está pasable, Jamie Bell me ha gustado mucho más y la presencia de Donald Sutherland es suficiente motivo para sentarse a ver la película.