Los que me leen por aquí hace más de diez años sabrán de sobra que la comedia no es mi fuerte, que le vamos a hacer, donde haya un asesinato, que se quite una risa. Yo soy así. De ésta manera, cuando recomiendo una comedia es que debe ser muy divertida e interesante.

Carlos Therón mama de varias fuentes, en Lo dejo cuando quiera, he visto partes de Full Monty, Breaking Bad o Resacón en Las Vegas y ojo, no lo veo para nada mal. Quizás si le preguntásemos a los grandes directores de la historia te dirían que se inspiran en otras personas. Una cosa es coger referencias y otra muy diferente copiar ranciamente, cuyo caso no es el que nos trae aquí.

El trío protagonista está muy bien escogido, quizás el que más sobreactúa y el menos gracioso, al menos para mí, es Carlos Santos. Y el más grandioso sin dudas, Ernesto Sevilla, cada palabra que sale de su boca, cada gesto que hace es suficiente motivo para pagar una entrada de cine y disfrutar como un enano. La trama es muy entretenida y divertida a la vez, menos mal que no se tarda mucho en poner al espectador detrás del hilo conductor de la historia y enseguida situamos personajes y situaciones.

Del trío femenino me encantan todas, en especial la gracia innata que desborda Miren, aunque no lo quiera. Cristina Castaño tiene un papel corto y no entiendo que se muestre desnuda en una escena forzada y que no lo necesitaba. Y Amaia Salamanca con la cual me saqué una foto hace casi 10 años, la he encontrado muy delgada y desfigurada para el bellezón al que nos tiene acostumbrados.

Yo me lo he pasado muy bien, en especial en el primer tercio, cuando descubren los efectos de las pastillas, después pierde un poco de fuerza a medida que avanza el entramado. El personaje alocado de Ernesto Alterio me ha encantado, es muy complicado ejercer de villano simpático sin quedar ridículo o sin interés y él evita ambas cosas.

Lo dicho, una de las comedias del año sin dudas.