En los 80 se puso un poco de moda las películas históricas porque extrañamente funcionaron bien, recuerdo La Misión con Jeremy Irons y Robert de Niro por ejemplo.

La historia es interesante en Motín a bordo, pero una cosa queda clara, la participación de Anthony Hopkins es fundamental y más que necesaria para que funcione. No me imagino a otro actor en el papel del capitán Bligh y disfrutar de la intensidad que le pone. La fragata tiene una misión, ir en busca de una planta para traerla a Inglaterra y sacar beneficios. El problema comienza cuando le ordena a la tripulación a coger por el lado más peligroso de la travesía, poniendo al personal en su contra a medida que la moral va mermando. Con la llegada al destino, comete un grave error, dejar que sus hombres pasen mucho tiempo entre mujeres y excelente comida. Cuando llega el día de partir de regreso, varios hombres se niegan y son castigados, llevando esto a un motín que cambiará el rumbo de la historia para estos hombres.

Como digo en el título, a la peli le sobra metraje y habría contado lo mismo, la atmósfera que pretende transmitir el director funciona perfectamente. Iremos viendo el deterioro mental y físico de la tripulación a medida que las órdenes de un capitán a veces incoherente va haciendo mella en la conducta y en la lealtad de sus hombres. Es cierto que todo es muy predecible y das por hecho lo que va a ocurrir, pero aún así sigue siendo muy interesante. El reparto es una pura maravilla, Anthony Hopkins está magistral, Mel Gibson estaba despuntado y ya daba señas de lo que llegaría poco después, al igual que un joven Liam Neeson o un futuro oscarizado Daniel Day-Lewis. Una pena ver poco al gran Laurence Olivier y casi un irreconocible futuro capitán del Titanic, Bernard Hill.

Un gran acierto siempre rodar en escenarios reales y al aire libre y abusar poco de los efectos especiales. La idea que comenzar la historia en flash-back, siempre te asegura una atención especial y lo logra con creces.

A mi me ha entretenido bastante.