Lo que más me repele del Cine actual es que se mueve dentro de los mismos patrones de actuación, con similares clichés y gestos. Todas las películas modernas, desde los años 80, salvo honrosas excepciones, están impregnadas de una sensiblería absurda y ñoña. No sólo eso, sino que en el doblaje al español, como siempre son los mismos, aumenta esa sensación de duplicidad, de copia, de sentir que nos ofrecen el mismo producto, una y otra vez.
Siendo esta película como es una producción británica, se encuentra un poco por encima de las producciones infames y lacrimógenas que producen sus primos estadounidenses; a pesar de lo cual cae continuamente en gestos y situaciones tan repetidas como inverosímiles. No me creo nada de lo que veo. La acción transcurre hace 275 años, y los modos de comportamiento, los gestos, la dicción de la gente de entonces era diferente a la de hoy en día. Ahí radica uno de los grandes problemas del cine; para hacerlo más digerible, se trata de asimilar a situaciones actuales, a formatos de finales del siglo XX-XXI. Y no,no cuela, no es posible, no pega, no resulta.
Qué buenos los anti-esclavistas, que malos los esclavistas, aún más buenos los esclavistas redimidos, y que malísimos los malos super esclavistas que no se redimen. Una y otra vez, los parámetros de Hollywood, como la peste, lo invaden todo.
Sólo resulta interesante desde el punto de vista de la dirección artística, y por dar a conocer una historia poco relevante para los profanos en la materia.