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Normelvis Bates rating:
10
8.2
217
Language of the review:
- es
November 8, 2013
13 of 15 users found this review helpful
La historia de esta grabación, si uno se para a pensarlo, empieza en la ciudad holandesa de Breda, allí donde Andreas Cornelis van Kuijk pasó su juventud, saltando de empleo en empleo y tratando de escapar de la miseria. Tras huir a los Estados Unidos, donde esperaba encontrar la Tierra de Promisión, aquel joven holandés, pese a sus esperanzas, fue dando tumbos durante años, empleado en circos y ferias ambulantes. Lentamente, sin embargo, su suerte fue cambiando, y a mediados de los cincuenta, Kuijk, que había americanizado su nombre y ocultaba celosamente su auténtico origen, se había convertido en un ambicioso representante artístico en busca de alguien que le asegurara una larga y cómoda vejez. Y en cuanto Elvis Presley se cruzó en su camino, él, Andreas, el coronel Tom Parker, tuvo la certeza de que nunca volvería a pasar hambre.
El especial navideño que Parker había ideado para Elvis en 1968 no era, en principio, sino otro paso más hacia su propia jubilación dorada, una nueva ocasión para exhibir la momia del antiguo Rey del Rock, que él mismo se había encargado de mantener perfectamente embalsamada, impidiéndole grabar disco alguno durante su servicio militar, apartándole de los conciertos en vivo, atándole a interminables contratos con los estudios de Hollywood. Elvis embutido en un esmoquin, cantando villancicos. Y un cheque con seis ceros. El estómago del coronel tenía muy claro cómo iba a ser aquella actuación.
Pero Elvis dijo no. Harto de una carrera cinematográfica que no conducía a ninguna parte y encerrado en una burbuja de lujo y tedio que lo carcomía, Elvis se reunió con Bob Finkel, el responsable del evento, y le dejó muy claro que no le importaba la opinión del coronel, que no iba a enfundarse en un esmoquin, que no iba a cantar villancicos. Sólo quería salir a un escenario y demostrar quién era él realmente.
Lo demás, como se suele decir, es historia.
Si pudiera reducirse el Rock a un puñado de instantes, esta grabación estaría, sin duda, entre ellos. Nadie que ame realmente la música puede marcharse del mundo sin haber presenciado lo que, más que un ejercicio de resurrección, es uno de los ajustes de cuentas más brutales e inmisericordes de los que hay recuerdo. Con el coronel. Con quienes le consideraban un títere o un fósil. Con todos cuantos habían pretendido usurpar un trono que, de modo incontestable, volvía a ocupar. Porque era y sigue siendo suyo.
Tras la actuación, Elvis, ya en su camerino, pidió que fueran a buscar al coronel. “Se acabó”, le dijo a Parker, mientras cortaban a tijeretazos su traje de cuero negro, adherido a su cuerpo a causa del sudor. “Voy a salir de gira y a dar conciertos en directo”. Parker, de momento, calló. Pero su estómago de feriante no dejó por ello de hacer números. La vieja miseria de Breda debió asaltar, en un momento u otro, su memoria.
Andreas Cornelis van Kuijk, también conocido como coronel Tom Parker, murió en enero de 1997, casi 20 años después de la muerte de Elvis Presley.
El especial navideño que Parker había ideado para Elvis en 1968 no era, en principio, sino otro paso más hacia su propia jubilación dorada, una nueva ocasión para exhibir la momia del antiguo Rey del Rock, que él mismo se había encargado de mantener perfectamente embalsamada, impidiéndole grabar disco alguno durante su servicio militar, apartándole de los conciertos en vivo, atándole a interminables contratos con los estudios de Hollywood. Elvis embutido en un esmoquin, cantando villancicos. Y un cheque con seis ceros. El estómago del coronel tenía muy claro cómo iba a ser aquella actuación.
Pero Elvis dijo no. Harto de una carrera cinematográfica que no conducía a ninguna parte y encerrado en una burbuja de lujo y tedio que lo carcomía, Elvis se reunió con Bob Finkel, el responsable del evento, y le dejó muy claro que no le importaba la opinión del coronel, que no iba a enfundarse en un esmoquin, que no iba a cantar villancicos. Sólo quería salir a un escenario y demostrar quién era él realmente.
Lo demás, como se suele decir, es historia.
Si pudiera reducirse el Rock a un puñado de instantes, esta grabación estaría, sin duda, entre ellos. Nadie que ame realmente la música puede marcharse del mundo sin haber presenciado lo que, más que un ejercicio de resurrección, es uno de los ajustes de cuentas más brutales e inmisericordes de los que hay recuerdo. Con el coronel. Con quienes le consideraban un títere o un fósil. Con todos cuantos habían pretendido usurpar un trono que, de modo incontestable, volvía a ocupar. Porque era y sigue siendo suyo.
Tras la actuación, Elvis, ya en su camerino, pidió que fueran a buscar al coronel. “Se acabó”, le dijo a Parker, mientras cortaban a tijeretazos su traje de cuero negro, adherido a su cuerpo a causa del sudor. “Voy a salir de gira y a dar conciertos en directo”. Parker, de momento, calló. Pero su estómago de feriante no dejó por ello de hacer números. La vieja miseria de Breda debió asaltar, en un momento u otro, su memoria.
Andreas Cornelis van Kuijk, también conocido como coronel Tom Parker, murió en enero de 1997, casi 20 años después de la muerte de Elvis Presley.
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Dos instantes:
1) Elvis, rodeado de viejos amigos, desentierra canciones perdidas en el túnel del tiempo. Juguetea con su guitarra. Bromea. Sus amigos le ríen las gracias. Va a cantar “Lawdy Miss Clawdy”, doce años después de tocarla por última vez. Entona la canción, pero falla. Hay bromas. Entonces entona la canción por segunda vez.
Dios mío.
http://www.youtube.com/watch?v=ITv_B0t3hVM
2) Elvis se enfrenta de nuevo a un público en directo, siete años después. Solo, en un pequeño cuadrilátero, recoge una guitarra y se la enfunda. Suenan las primeras notas de “Heartbreak Hotel”. Elvis, aferrado a la guitarra, entona la primera frase de la canción. Tiene los ojos cerrados. En la segunda frase, acerca su mano al micrófono. La mano tiembla. Sigue cantando. Siete segundos después, Elvis abre los ojos y barre con la mirada al público. Sonríe.
Es el Rey.
http://www.youtube.com/watch?v=gC2lrjGBJB0
1) Elvis, rodeado de viejos amigos, desentierra canciones perdidas en el túnel del tiempo. Juguetea con su guitarra. Bromea. Sus amigos le ríen las gracias. Va a cantar “Lawdy Miss Clawdy”, doce años después de tocarla por última vez. Entona la canción, pero falla. Hay bromas. Entonces entona la canción por segunda vez.
Dios mío.
http://www.youtube.com/watch?v=ITv_B0t3hVM
2) Elvis se enfrenta de nuevo a un público en directo, siete años después. Solo, en un pequeño cuadrilátero, recoge una guitarra y se la enfunda. Suenan las primeras notas de “Heartbreak Hotel”. Elvis, aferrado a la guitarra, entona la primera frase de la canción. Tiene los ojos cerrados. En la segunda frase, acerca su mano al micrófono. La mano tiembla. Sigue cantando. Siete segundos después, Elvis abre los ojos y barre con la mirada al público. Sonríe.
Es el Rey.
http://www.youtube.com/watch?v=gC2lrjGBJB0