Película maldita donde las haya, seguramente no habría sido estrenada en una época pacata como la nuestra. De hecho se encuentra fuera de los canales de distribución en salas o televisiones. Passolini fue siempre un intelectual molesto y llega al sumun con esta adaptación de la obra de Sade ambientada en los últimos días del fascismo. El resultado es una disección de los mecanismos del poder más absoluto, mediante la puesta en escena de las perversiones más abyectas. Algunos se preguntarán si es necesario el uso de imágenes tan violentas y desagradables para poner de manifiesto la idea principal. Pues bien, Sade y Pasolini piensan que sí. Bajo la sociedad bienpensante de la corte francesa o del régimen imperial italiano, sus más altos representantes se encierran con un grupo de adolescentes y cuatro viejas rameras para dar rienda suelta a sus pasiones más rastreras. No es extraño que Sade fuera muy valorado por los surrealistas, pues recoge los fondos más oscuros del subconsciente del hombre. Probablemente obras como esta llevaron a Pasolini a su trágico destino, cuyo móvil pasional nunca ha estado del todo claro. Y lo mismo le pasó a Sade. La obra no es aconsejable para estómagos sensibles, pero ofrece una reflexión valiente sobre el funcionamiento oculto de las cosas.