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Sandro Fiorito rating:
10
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- es
December 18, 2011
37 of 50 users found this review helpful
Retroceder en el tiempo ya es una realidad. Desde este humilde espacio de opinión puedo dar fe de que el revuelo generado en torno a la aclamada y brillante “The artist” no es para nada exagerado. Su principal virtud: saber transformar una película en experiencia, transportándote atrás en el tiempo hasta el fascinante Hollywood de las décadas 20 y 30 con una cinta muda que desprende todo ese mágico aroma del cine de aquellos años. El realizador francés Michel Hazanavicius (“La classe américaine“, 1993) traspasa la barrera del esmero cinematográfico para convertir esta película en arte, recordándonos a todos los que amamos el cine la razón de nuestra rendición ante el mismo. La cinta parece arrancada de las garras de la época en la que se inspira la trama y traída ante nuestros ojos para decirnos que el tiempo nunca ha pasado. Sólo lo han hecho las hojas de los calendarios: su esencia sigue reinando la atmósfera con la misma fuerza que en los inicios del cine. Y para conseguir todo esto, una historia, interpretaciones y técnica absoluta y llanamente prodigiosas.
Esta preciosa fábula, este viaje hacia atrás en el tiempo, nos habla de un exitoso actor de cine mudo llamado George Valentin (Jean Dujardin) que siempre va iluminando y alegrando los pasillos que atraviesa con su radiante sonrisa y encantador espíritu. La llegada del cine sonoro coincide casi paralelamente con la aparición de una guapa aspirante a actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo), que puede considerarse la antítesis de lo representado por Valentin. Él ve peligrar su carrera mientras ella vislumbra el horizonte del éxito, aunque en cualquier caso ambas son excelentes personas y asistir a este espectáculo de bondad humana casi te estruja el corazón hasta emocionarte; por ellos y por otros personajes y situaciones que envuelven la cinta con un cariño y una ternura que sitúa a la película ¡entre las mejores del género mudo!. Quién lo diría, en pleno año 2011 retrocedemos noventa años hacia atrás para ser testigos de una nueva obra que se sitúe a la altura de muchas de las mejores cintas filmadas en aquellos maravillosos años.
Es por esto que el mérito de Hazanavicius es digno del mayor de los elogios. Hay muchas películas que intentan recrear aquellos años y aquel espíritu, limitando su técnica a dibujar sus escenas dentro de una simple escala de grises y un vestuario adecuado, pero aquí no se han querido conformar con eso. No querían que la película pareciese de entonces sino que fuese de aquellas décadas.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
Esta preciosa fábula, este viaje hacia atrás en el tiempo, nos habla de un exitoso actor de cine mudo llamado George Valentin (Jean Dujardin) que siempre va iluminando y alegrando los pasillos que atraviesa con su radiante sonrisa y encantador espíritu. La llegada del cine sonoro coincide casi paralelamente con la aparición de una guapa aspirante a actriz, Peppy Miller (Bérénice Bejo), que puede considerarse la antítesis de lo representado por Valentin. Él ve peligrar su carrera mientras ella vislumbra el horizonte del éxito, aunque en cualquier caso ambas son excelentes personas y asistir a este espectáculo de bondad humana casi te estruja el corazón hasta emocionarte; por ellos y por otros personajes y situaciones que envuelven la cinta con un cariño y una ternura que sitúa a la película ¡entre las mejores del género mudo!. Quién lo diría, en pleno año 2011 retrocedemos noventa años hacia atrás para ser testigos de una nueva obra que se sitúe a la altura de muchas de las mejores cintas filmadas en aquellos maravillosos años.
Es por esto que el mérito de Hazanavicius es digno del mayor de los elogios. Hay muchas películas que intentan recrear aquellos años y aquel espíritu, limitando su técnica a dibujar sus escenas dentro de una simple escala de grises y un vestuario adecuado, pero aquí no se han querido conformar con eso. No querían que la película pareciese de entonces sino que fuese de aquellas décadas.
(Sigue en el SPOILER sin desvelar detalles del argumento, por falta de espacio)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Y lo han conseguido con una increíble maestría técnica que va desde su fotografía (limitada a propósito, rodando la película con los movimiento de cámara de antaño) y logradísimos colores (son exactamente los mismos que entonces, con esos grises, esas sombras, esos contrastes…) hasta su impresionante vestuario, guión demoledor e interpretaciones exquisitas. Evidentemente, de mucho, aunque no demasiado, servirían los detalles técnicos que aquí he mencionado si su historia no hubiera estado a la altura: pero ésta es increíble, es un viaje directo a tus emociones, a querer arrancarte una lágrima, a enamorarte de sus personajes y ese mundo tan bello que se recrea en la cinta. El papel de Jean Dujardin como George Valentin es apasionante. Emociona, te obliga a sentir un cariño muy especial por él. Es sin duda uno de los mejores papeles que he visto en el cine de estreno en años, lo que da la razón a la férrea defensa sobre el cine mudo que hace este personaje: sin pronunciar una palabra se puede conseguir mucho más que abriendo la boca, convirtiéndose Valentin en uno de los roles con más sentimiento de la gran pantalla.
A su lado, Bérénice Bejo, preciosa, espléndida, igualmente inmensa como Dujardin. Ya dije más arriba que ambos desarrollan los papeles de dos buenas personas, y ambos lo hacen tan bien que la simpatía que sientes por ellos es tan grande que sus papeles merecen perpetuarse como dos iconos representativos del cine, dos estrellas con tanto talento como los personajes que interpretan. No me olvido ni del perro, Uggie, la simpática mascota adiestrada de George Valentin que éste utiliza para alguno de sus números ante el público. También el adorable perrito es capaz de hacerse hueco entre la ternura del público, que se reía y emocionaba con sus apariciones. Un público que, al finalizar la película, rompió en un largo y contundente aplauso. Hacía años que no veía aplaudir una película en una sala de cine. Sin duda ese instante elevó mis propios sentimientos sobre esta excepcional comedia dramática.
Ludovic Bource se encarga de una gran banda sonora que pretende, consiguiéndolo, emular las partituras utilizadas entonces para acompañar las películas durante las décadas en las que se basa esta. Si tenéis la oportunidad de hacer como yo, viéndola en el cine de aspecto más anticuado y clásico posible (con todas las incomodidades que esto conlleva) tendréis la oportunidad de hacer redonda la experiencia, y al salir a la calle y contemplar todo el bullicio actual podréis sentiros algo perdidos. Recuerdo que minutos después de ver esta película, al pasar junto al cristal de un restaurante veía cómo la gente de su interior hablaba, pero claro, yo no la podía escuchar. Sólo veía el movimiento de sus labios. Pensaba que el mundo había enmudecido y que sólo quedaban nuestros gestos para expresarnos. Seguía atrapado por la magia de George Valentin y Peppy Miller.
A su lado, Bérénice Bejo, preciosa, espléndida, igualmente inmensa como Dujardin. Ya dije más arriba que ambos desarrollan los papeles de dos buenas personas, y ambos lo hacen tan bien que la simpatía que sientes por ellos es tan grande que sus papeles merecen perpetuarse como dos iconos representativos del cine, dos estrellas con tanto talento como los personajes que interpretan. No me olvido ni del perro, Uggie, la simpática mascota adiestrada de George Valentin que éste utiliza para alguno de sus números ante el público. También el adorable perrito es capaz de hacerse hueco entre la ternura del público, que se reía y emocionaba con sus apariciones. Un público que, al finalizar la película, rompió en un largo y contundente aplauso. Hacía años que no veía aplaudir una película en una sala de cine. Sin duda ese instante elevó mis propios sentimientos sobre esta excepcional comedia dramática.
Ludovic Bource se encarga de una gran banda sonora que pretende, consiguiéndolo, emular las partituras utilizadas entonces para acompañar las películas durante las décadas en las que se basa esta. Si tenéis la oportunidad de hacer como yo, viéndola en el cine de aspecto más anticuado y clásico posible (con todas las incomodidades que esto conlleva) tendréis la oportunidad de hacer redonda la experiencia, y al salir a la calle y contemplar todo el bullicio actual podréis sentiros algo perdidos. Recuerdo que minutos después de ver esta película, al pasar junto al cristal de un restaurante veía cómo la gente de su interior hablaba, pero claro, yo no la podía escuchar. Sólo veía el movimiento de sus labios. Pensaba que el mundo había enmudecido y que sólo quedaban nuestros gestos para expresarnos. Seguía atrapado por la magia de George Valentin y Peppy Miller.