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7
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September 24, 2009
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Con Anma to onna (Los masajistas y la mujer), Hiroshi Shimizu vuelve a interesarse por personajes que guardan secretos bajo la piel, pero también por ese juego de apariencias que nos impide conocer realmente a quien tenemos en frente, ver más allá de lo que está ante nuestros ojos.
La película encierra un paradójico personaje: el protagonista, ciego, parece ver mucho más allá que todos los demás; su mirada vacía aprende a conocer a la mujer del título, otro personaje huido y frágil que desnuda su dolor en un centro de reposo rural que simula un limbo terrenal evadido del tiempo y de la realidad. En ese espacio extraño y hermoso, todo parece detenerse para que los personajes puedan avanzar.
Shimizu registra este fluir interno de sentimientos (prácticamente imperceptibles) con su calmada estilo personal, intensamente bello, dejando entre sus fotogramas los posos emocionales de una inacabada -e "inempezada"- historia de amor que culmina en anticlimax, porque lo que verdaderamente importa es conocer a esos personajes durante ese breve espacio de tiempo, nada más.
Pequeña, sencilla y livianamente profunda, Los masajistas y la mujer vuelve a corroborar a su director como un perspicaz retratista del alma humana y, a pesar de ser uno de los títulos menos redondos de su filmografía, despierta un intenso aroma a nostalgia y buen cine que apetece paladear.
La película encierra un paradójico personaje: el protagonista, ciego, parece ver mucho más allá que todos los demás; su mirada vacía aprende a conocer a la mujer del título, otro personaje huido y frágil que desnuda su dolor en un centro de reposo rural que simula un limbo terrenal evadido del tiempo y de la realidad. En ese espacio extraño y hermoso, todo parece detenerse para que los personajes puedan avanzar.
Shimizu registra este fluir interno de sentimientos (prácticamente imperceptibles) con su calmada estilo personal, intensamente bello, dejando entre sus fotogramas los posos emocionales de una inacabada -e "inempezada"- historia de amor que culmina en anticlimax, porque lo que verdaderamente importa es conocer a esos personajes durante ese breve espacio de tiempo, nada más.
Pequeña, sencilla y livianamente profunda, Los masajistas y la mujer vuelve a corroborar a su director como un perspicaz retratista del alma humana y, a pesar de ser uno de los títulos menos redondos de su filmografía, despierta un intenso aroma a nostalgia y buen cine que apetece paladear.