En la esperada secuela de Los mercenarios la acción imposible y el humor autoparódico van de la mano. De perdidos al río el argumento es lo de menos y cualquier excusa sirve para volver a reunir a todos los forzudos del cine de acción de los ochenta-noventa. Más que una película se trata de una reunión de amigotes que se dedican a contar chistes y a reírse de sí mismos en una orgía de tiros y explosiones menos violenta que su predecesora. En ésta se apuesta más por el humor y repiten casi todos excepto Mickey Rourke, pero a cambio Willis y Schwarzenegger tienen más peso en la historia y el reparto se completa con los refuerzos de Chuck Norris y Jean Claude Van Damme. Aunque ninguno de ellos se toma su papel en serio y se les ve un poco achacosos, en especial Arnold y Lundgren, te echas unas risas con algunos de los chistes y disfrutas de lo lindo con las escenas de acción, sobre todo las del comienzo porque a medida que avanza la cosa y entran en escena todos los personajes, la acción se vuelve disparatada y absurda.

La película sirve para rememorar un tipo de cine extinto con el que disfrutabas hace años pero eso no quita para que sea rematadamente mala. Stallone más inexpresivo que nunca trata de disimular su estropeado rostro difuminando la imagen cuando su cara aparece en primeros planos, Van Damme se ha estirado la piel y tiene los ojos como si llevara diez años de fiesta sin freno, Lundgren es incapaz de mantenerse erguido mucho tiempo y Schwarzenegger está completamente acabado, está claro que la política no le ha sentado nada bien. Al que mejor encontré de los veteranos es al mítico Chuck Norris que a sus setenta y dos años está en plena forma y no ha envejecido un ápice.