Resumiendo (para aquellos impacientes), esta secuela del "Asesinato en el Orient Express" se queda por debajo de su predecesora, tanto en el ritmo, la frescura y la actuación, así como en la puesta en escena, pero que a pesar de contar con un reparto mucho menos interesante, un exceso de croma hastioso y un ritmo desigual, consigue atraparnos en el sugestivo juego de ¿Quién es el asesino?. En definitiva, si disfrutaste la primera, no te disgustará esta segunda.

En primer lugar, considero que el asesinato (obviamente no es spoiler, ya se sabe que alguien a estirar la pata) tarda demasiado en llegar, por lo que el ritmo de la primera mitad de la cinta resulta lento. No obstante, es interesante cómo se ahonda en el personaje principal, algo que faltaba en la primera película. Además, en esta primera mitad, en la presentación de personajes, tenemos sin duda la mejor escena de toda la cinta. Me refiero obviamente al baile entre Armie Hammer y Emma Mackey filmado en plano secuencia con blues de fondo que resulta del todo arrebatador. Para levantarse a aplaudir.

En segundo lugar, el uso excesivo y constante del croma, que no se consigue disimular en ningún momento, no te permite disfrutar de las escenas que tratan de mostrar la belleza de Egipto. Asimismo, las actuaciones que cumplen pero no destacan y la química entre los actores, que resulta exigua, termina por crear una atmósfera que se siente artificial y carente de esa frescura que tenía la primera película.

Por último comentar que si hacemos la vista gorda con el croma podemos apreciar una hermosa fotografía y alguna que otra propuesta de puesta en escena interesante, pero nada comparado con la reciente y sublime Belfast del mismo duo Branagh-Zambarloukos.