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Taylor rating:
8
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November 25, 2010
37 of 41 users found this review helpful
Lo primero que pensé el día que por fin liberaron al último de los 33 mineros chilenos sepultados a más de 600 metros de profundidad es que dicho suceso tenía todos los números para ser trasladado a la gran pantalla en menos de un año. Y aunque no me consta en absoluto si algún avispado productor se ha hecho ya con los pertinentes derechos para hacerlo, lo que sí tengo muy claro es que -de realizarse- esa hipotética película jamás nos relataría lo que realmente ocurrió en esa mina. Entre otras cosas porque lo más probable es que a nadie le interese un pimiento lo mucho que debieron aburrirse esos pobres mineros hasta que les sacaron del agujero. Lo que el público demanda -no nos engañemos- es acción, dramatismo y emociones fuertes. Y para conseguir ese efecto hay que añadirle algo de salsa al producto. O de guarnición, si se prefiere. Algo, en definitiva, que garantice al espectador cierto entretenimiento. Cierta intriga. Cierta tensión. Cierto morbo, quizás.
Y eso es lo que, precisamente, ha hecho Rodrigo Cortés con “Buried”. Ni más, ni menos. Añadirle la guarnición necesaria (las conversaciones telefónicas, los videos, la musiquilla tinoní-tinoná, la serpiente…) para que esa historia de un tío encerrado hora y media en un ataúd no sea un peñazo bressoniano de mucho cuidado. Pero, bueno, esa es mi opinión. Posiblemente, alguno de mis amiguetes gafapastas hubiera preferido contemplar a Ryan Reynolds postrado en su sarcófago como una momia con las manitas cruzadas sobre el pecho mientras una monótona voz en off reprodujera en voz alta sus reflexiones existencialistas pero, vaya, todo el que me conoce sabe de sobras -por decirlo así- que yo soy más de “Salvar al chófer Ryan” que no de “Un condenado a muerte no se ha escapado”. ¿Me explico?
Lo que no creo que nadie discuta, en cualquier caso, es que “Buried” es un ejercicio de estilo prácticamente impecable. Quizás no tanto por la originalidad de la propuesta (“Náufragos”, por ejemplo, es un claro precedente) sino por la destreza y el dinamismo de unas cámaras que no repiten apenas un solo plano y que -renunciando al flash-back y al montaje paralelo- constatan fehacientemente que Cortés es un cineasta como la copa de un pino. Y, sólo por eso, mis ocho estrellitas se las tiene bien ganadas. Bravo, Rodrigo.
Y eso es lo que, precisamente, ha hecho Rodrigo Cortés con “Buried”. Ni más, ni menos. Añadirle la guarnición necesaria (las conversaciones telefónicas, los videos, la musiquilla tinoní-tinoná, la serpiente…) para que esa historia de un tío encerrado hora y media en un ataúd no sea un peñazo bressoniano de mucho cuidado. Pero, bueno, esa es mi opinión. Posiblemente, alguno de mis amiguetes gafapastas hubiera preferido contemplar a Ryan Reynolds postrado en su sarcófago como una momia con las manitas cruzadas sobre el pecho mientras una monótona voz en off reprodujera en voz alta sus reflexiones existencialistas pero, vaya, todo el que me conoce sabe de sobras -por decirlo así- que yo soy más de “Salvar al chófer Ryan” que no de “Un condenado a muerte no se ha escapado”. ¿Me explico?
Lo que no creo que nadie discuta, en cualquier caso, es que “Buried” es un ejercicio de estilo prácticamente impecable. Quizás no tanto por la originalidad de la propuesta (“Náufragos”, por ejemplo, es un claro precedente) sino por la destreza y el dinamismo de unas cámaras que no repiten apenas un solo plano y que -renunciando al flash-back y al montaje paralelo- constatan fehacientemente que Cortés es un cineasta como la copa de un pino. Y, sólo por eso, mis ocho estrellitas se las tiene bien ganadas. Bravo, Rodrigo.