Los rusos son malos. Tienen mala suerte. Desalojan a los zares, después de siglos y siglos de tiranía y represión, y caen en las garras de Pepito Stalin. Se viene abajo aquel capitalismo de estado llamado comunismo, y en lugar de quedarse con Gorvachov, se entregan a un borracho desalmado y patán, Yeltsin. Ahora tienen como presidente a un asesino, probablemente de tendencias psicóticas. Los sicarios rusos de The Equalizer son malísimos, un horror, y todo el mundo babea cuando nuestro héroe se los va cargando. "Una película con Denzel Washington" se ha convertido en un subgénero por derecho propio. Sabemos que vamos a ver a un héroe solitario, de pasado brumoso y atormentado, que se enfrentará él solito a la amenaza de turno, para desaparecer en la noche al llegar la última escena, rumbo a un futuro igualmente brumoso y atormentado. The Equalizer es una de las películas más inútiles de los últimos tiempos. Es un pimpampum sospechosamente fascista que no cesa, sólo el acto de matar repetido hasta la saciedad, coreografiado como si fuera algo guay, algo ejemplar. Fuqua debe creerse que es un autor, pero de momento, salvo en Los amos de Brooklyn, no ha demostrado ser otra cosa que un presuntuoso histrión. Tiemblo sólo de pensar que le han confiado el remake de Los siete magníficos. ¡Basta de manosear a los clásicos! Confieso no haber visto la serie en la que se ha inspirado este engendro, pero se me han pasado las ganas de verla. Para matarifes frustrados y fans de Denzel, un actor notable en tiempos lejanos.