Hay algo en el cine de Sorrentino que te hace volar y poner los pies en la tierra a su vez. Soñar y caer en la cuenta de la realidad. La primera vez que vi esta maravillosa película, entendí poco y sentí mucho. Con los créditos danzando sobre la pantalla, me paré a pensar en el variopinto espectáculo que acababa de presenciar, y no pude hacer otra cosa que sentirme afortunado. Jep es uno de los personajes que más me han marcado, que más me han emocionado con su cínica cáscara que esconde la mirada frágil y sentimental. Con su armadura de espinas que se ha convertido para él en un instrumento para ¿sobrevivir?.

Puedo decir que cada vez que vuelvo a esta película, y han sido muchas, se me hace más corta, más intensa y más bella. Es una de esas obras maestras que sabes que te van a acompañar toda la vida. No queda más que disfrutarla, con sus luces y sombras, con sus momentos bellos y confusos.

La gran belleza está ahí, sólo hace falta pararse a observar.