No hace falta mencionar el periodo en que transcurre: es el drama sobrevenido en el corazón de una gran historia de amor con su lucha de clases, su represión circunstancial, su desolación.

José Luis Garci se afana en dosificar las pasiones y la tensión dramática y consigue una película de exquisita factura contando como aliados con uno de los mejores repartos del cine español.

Julia Gutiérrez Caba, una de las grandes figuras del teatro, susurra su personaje dominando una tensión interior de excepcional grandeza; Juan Diego: un cura que navega entre aguas contradictorias en busca de un camino que no encuentra; Iñaki Miramón, la singular cadencia del que está solo y ya no desespera, capaz de lograr una secuencia de conmovedora riqueza sentimental; y Lydia Bosch, protagonista bellísima, frágil, inadaptada y cálida; fácil resulta imaginarla desbordada por una pasión, así como emocionante resulta verla prisionera de su memoria y de su clase social.

En papeles de menor enjundia, Ana Fernández está magistral, el niño Manuel Lozano sensacional y en una sola aparición con un mensaje fatídico, el gran actor Carlos Hipólito corta la respiración.

La fotografía, la banda sonora y la atmósfera lograda ponen esta obra en una situación de calidad francamente asombrosa y sumamente emotiva, una trágica historia de amor con posguerra al fondo que se desliza con inusual elegancia y atmósfera poética.