A Sam Raimi se le fue la olla un poquito con esta aventura de Ash, que después de lo de la cabaña termina en un reino medieval con caballeros, brujas y fuerzas del mal.
Hicieron bien en no titularla completamente “Posesión infernal 3”, porque aunque el protagonista sea el mismo y haya relación, muy lejos estamos ya del terror gore de aquella primera entrega que se convirtió en film de culto.
Descaradamente y sin que se avergüencen de ello, Raimi y su equipo se vuelcan completamente en el género de la comedia. Pero el estilo de humor, la personalidad de Ash, la combinación con el género fantástico y la ambientación medieval terminan configurando una película bastante “friki” pero muy graciosa y entretenida, de esas que se dejan ver muchas veces. Y eso ya es mucho decir para Raimi, que muchos años después intentó una nueva combinación de géneros contrapuestos en “Arrástrame al infierno” y le salió un bodrio de proporciones considerables.
Escenas como la del conjuro en el cementerio (con referencias a “Ultimátum a la tierra”, al parecer), la doble cabeza, la bruja acróbata del pozo, o la batalla final son totalmente inolvidables y siempre me han hecho reír.
Los efectos especiales recuerdan a la época clásica de la animación por fotogramas, del conocido Ray Harryhausen. Esos esqueletos y muertos no quedan demasiado bien con el paso de los años, pero como en el fondo es una comedia, tampoco importa. De hecho, toda la película rezuma a serie B de la antigua, como si estuviera hecha en plan artesanal así a propósito, pues cuando se hizo, la infografía ya había llegado con la revolución de “Terminator 2”.
Pero lo mejor de todo es el personaje de Ash. Convertido en héroe involuntario que solo quiere volver a su tiempo, no deja de hacer gracia en todo momento a lo largo de todo el film. Bruce Campbell siempre estará asociado a este matamonstruos con sierra (o guantelete) en lugar de mano.