¿Cómo seguir explotando la vis cómica de Jim Carrey? Pues le damos todo el poder y a ver cómo se apaña para suplantar al mismísimo Dios.
Más que las chanzas del bueno de Jim, que sigue siendo aquí tan gracioso como siempre (aunque es una de las últimas que hizo antes de que su carrera empezara a cambiar a comedias muy malas y alguna que otra cosa seria aceptable), lo mejor del film es ver al grandioso (nunca mejor dicho) Morgan Freeman.
¿Qué hace el actor en una comedia como esta? Pues darle una patada al racismo interpretando al mismo Dios. Aunque sale poco, su presencia mejora la película.
También tenemos a la “diva” de “Friends”, aportando entre otras cosas una secuencia muy divertida, cuando su marido quiere “alegrarle” el día.
Otros momentos muy simpáticos son cuando usa su poder de separar las aguas para otras cosas más prácticas, o cuando se ve muy agobiado por todas las peticiones de la gente.
En definitiva, es una más de las buenas comedias de la mejor época de Carrey. Con esta película terminó una etapa, dejó de sacar películas cómicas como churros, bajó su éxito y ya nada volvió a ser como antes. Y con los años que han pasado ya, no parece que Hollywood vuelva a postrarse a este actor como lo hizo entonces.