No me decido entre analizar la película en sí misma desde mi punto de vista, o intentar desgranar su exagerado triunfo y que le haya robado el Óscar a “1917”. Habrá que hacer un poco de las dos cosas.
Conocemos aquí a una familia muy especial, artistas de la estafa, que viven del cuento aprovechándose de los demás y del sistema. Sus argucias para salirse con la suya son muy ingeniosas y llamativas.
Además, la película tiene dosis de crítica social, no tiene un género definido porque es una mezcla, y nos da a conocer que Corea del Sur es un país mucho más occidentalizado de lo que algunos pensábamos.
Con toques de humor (a veces muy negro), ironía y un divertido entramado que a veces parece una versión familiar, doméstica y cómica de “Misión imposible”, el film es, como mínimo, curioso y entretenido.
Aparte del original argumento, que es bueno pero tampoco lo consideraría de lo mejor de la historia del cine, no encuentro ningún otro valor cinematográfico tan maravilloso como para comprender todo lo que “Parásitos” ha conseguido.
Quien quiera puede leer mi elogio a “1917”, y no soy capaz de ver lo que la academia de Hollywood ha encontrado en este film coreano para arrebatarle la estatuilla a la otra.
¿Ceguera mental mía? ¿Intereses ocultos? No lo sé. Pero desde luego, para mí esta historia no se merece tanto.
Bien es verdad que no es mala para nada, y que no creo que la hubiera llegado a ver sin tanta repercusión, pero sigo pensando que la cinta bélica de Sam Mendes está a años luz por encima de este producto. Y eso que ni siquiera es americana, que no es decir poco hablando de los Óscar.
Pero a lo mejor esto es una percepción mía porque no soy capaz de sacarle toda la punta a esta fábula sobre ricos y pobres.
¡No era para tanto!