Ahora tengo la certeza de lo valioso que son las memorias, de lo bello que es tener un amigo. De vivir día a día como si se tratase del último. De ver recuerdos hirientes de alguien preciado a través de la videocasetera. De mirar con el ojo izquierdo el pasado. Porque intentas huir de él, aunque él, ineludiblemente, siempre te encontró a ti. Porque te duele amar. Porque te dolió amar. Porque la vida son momentos, instantes… porque las aventuras son tus ensoñaciones, es tu manera romántica de declarar tu amor a la razón de tu existir. Por aquél inconmesurable delirio con Julia. Por aquellos bares que entraste escuchando con gran melancolía el descarnado jazz. Porque en Júpiter hay una estrella errante en busca de su destino. Porque eres fiel a tus ideales. Porque “En el camino” me recuerdas tanto a Sal Paradise y a Dean Moriarty. Por tu pasión por el blues y tu fidelidad al rock. Por tus guiños tan especiales al bebop. Porque nadie dijo que ser un beatnik era tarea sencilla. Por aquella sangre, que salió por todas tus heridas. Porque creíste odiar a las mujeres, a los niños y a los perros, los cuales, terminarían siendo tu familia. Porque nadie te dijo que querer es fácil. Porque peleaste como Bruce Lee. Por el Bushido; confiaste en tu destino y al final ganaste, porque abrazaste la muerte y la hiciste tu amigo. Porque dijiste que la vida es como una partida de cartas. Por tu último “bang”. Porque para ti, la vida solo fue un sueño del que jamás despertarías…

Porque yo aún cargo con ese peso… cowboy del espacio.