Miren por donde que el mito termina por caer en mis manos y se va desmitificando a medida que pasan los treinta y cinco minutos que dura esta película de Antonio Mercero.

Así es, después de haber escuchado hablar sobre esta curiosa cinta incluso a mis propios padres, llegó a mis manos acompañada de una brillante estela mezcla de misticismo y nostalgia (todo hay que decirlo); y además con una etiqueta a sus espaldas (al parecer unánime) de brillante crítica al sistema opresivo de la época en forma de relato surrealista. Pues bien; tomada así no termina de convencerme, porque me parece una metáfora tan alejada del problema en cuestión y tan poco referencial que bien podría pasar por vacua sin problema ninguno y parecer cómodamente un simple e inocente "cuento surrealista"; de hecho el sistema responsable de la censura en TVE se la tragó por completo y la emitieron en la 2.

¿Creen que hay mérito en camuflar una denuncia hasta prácticamente hacerla invisible?; ¿o por el contrario les parece que tenga más valor un trabajo con más garra que deje entrever lo que se denuncia?. Cada uno tendrá su opinión, pero la mía es que quizá peca de cobarde; así que no la voy a puntuar en función de crítica político-social, sino que lo haré más bien como curiosidad.

Y como curiosidad no está mal; al contrario, es una cinta que consigue con creces producirnos una sensación de claustrofobia y angustia considerable, quizá por el trabajo de José Luis López Vázquez que hace un trabajo correcto para un guión cuanto menos inquietante. Visualmente es correcta, pero por el contrario, la labor de doblaje y sonido deja muchísimo que desear y se carga un poco el ambiente creado por el director. Por cierto, que esa cabina roja es impagable la presencia que da...

En fin, que ni Antonio Mercero tiene la maestría que por ejemplo tuvo Buñuel ni tampoco su garra; pero desde luego La Cabina es una referencia inevitable a la hora de hablar de punto de inflexión en nuestro cine, fuera de él y dentro; y eso no voy a quitárselo en la vida.

Acérquense a ella y quédense encerrados al menos una vez. Luego busquen lo que ha dejado en vosotros esa experiencia y ya sacarán conclusiones. Y por supuesto; disfrútenla.