Tras la buena comunión de los actores en la magnífica "Una historia de violencia", Harris y Mortensen se reencuentran en un western dirigido por el primero, de nombre "Appaloosa". Con tal pretexto, tenían mi atención y también mi expectativa. Error.

A diferencia de la otra, está se halla fuera de lugar, no termina de encontrar su camino y todo está a medio hacer. El inicio no puede ser más prometedor, con el ímpetu y la violencia que demanda una película como esta, pero luego se pierde en circunloquios interminables y fraccionando las tramas para dar la sensación de obra compleja pero no hace más liar al personal. Y aburrirlo.

Su punto más débil es la aparición del personaje femenino, que no sólo no aporta nada sino que le resta. Pocas veces he visto a un personaje tan mal hecho, tan mal interpretado y con un cometido tan vacuo y poco disimulado, ya que queda negro sobre blanco que Renée Zellweger aparece en "Appaloosa" única y exclusivamente para ser el punto débil del protagonista, porque su historia de amor no es creíble, ni está bien contada (ocurre de un día para otro) ni tampoco contribuye en nada al desarrollo ni al interés de la película. Todo lo contrario, es un bache insalvable que lastra al propio protagonista.

El resto de personajes tampoco son nada del otro mundo: Jeremy Irons encana a un villano majestuoso que se desinfla pronto, a pesar del buen hacer del actor; Viggo Mortensen, que cada día me da más pereza, no sabe ni por dónde le da el aire; y Ed Harris, un actor que debería salir en todas las películas para nuestro deleite, cumple con decencia pero, como todo en "Appaloosa", no despunta.

Francamente, la película vale por su primera media hora, por Ed Harris, por algunos momentos de Jeremy Irons y por el elegante estilo del que gozan, de forma intrínseca, los westerns, pero cuyo sobrante está tan mal rematado que la convierten en un producto mediocre, del que no comprendes a quién le pareció que podría interesarle a nadie.