Mike Nichols es el rey del cine de estar por casa, junto a Chris Columbus, Nora Ephron y alguno más. Convierte lo extraordinario en ordinario, y transforma lo que podría ser un tostón infumable en algo comprensible, divertido y serio a la vez, porque mientras te entretiene con esos personajes tan cínicos, te está abofeteando con un guión ácido y veloz. Él mueve el ovillo y nosotros, simples mininos, nos divertimos mientras aprendemos, porque aquí se está hablando de cosas muy serias. Ojo a la escena en la que Tom Hanks observa la extensión del campo de refugiados, que ya vale más que todas las campañas gubernamentales juntas.

Tom Hanks se mantiene en su habitual nivel. Muy alto. Su personaje no es un héroe, basta con ver su primera escena, y eso ayuda a la historia, pero sin serlo, el tío hace cosas muy buenas, y te alegras por ello. Respecto a Julia Roberts, debieron darle unas instrucciones más precisas, porque se ve que le dijeron que esto era una comedia y ella se lanzó de lleno al cinismo más brusco. Su Joanne debería haber tenido menos presencia y así hubiese resultado más atractiva, porque quieren alzarla a protagonista, y humanizarla de paso, pero no les sale, porque termina la película y no sabes ni quién era ni conoces sus verdaderos motivos. Philip Seymour Hoffman, ya por todos dicho, está fantástico. Su Gust Avrakotos es una gozada. Cierran el reparto una escueta pero perfecta Amy Adams y un genial Ned Beatty. Me ha hecho mucha ilusión volver a verle.

Termino destacando dos escenas que resumen lo mejor y lo peor de la película. Empiezo por la peor: los rusos masacrando pueblos enteros mientras hablan de si les gusta esta o la de más allá. ¿En serio? Pero la balanza se decanta con secuencias como la de Hanks conociendo a Seymour Hoffman. Ese humor de entradas y salidas, esa capacidad de hablar de hasta tres cosas a la vez, saltando de un tema a otro y cambiando de tono en un pis pas.