Como toda buena película, nada supera al conjunto, al mensaje, al fondo. "Sleepers" es vitalista y demoledora. Es transversal, va más allá de ser algo bien hecho. Es un relato que podría ser nuestro y que no lo es por pura casualidad.

Se percibe como una película grandilocuente porque así lo quiere su realizador. La vida de estos chicos es lo suficientemente interesante, pero sólo con un empeño y una devoción tan férreas se puede hacer de ello un producto tan magnánimo. Su título en castellano fue "Los hijos de la calle" y no puede ser más apropiado. Son los hijos de una educación religiosa en la que sus padres trabajaban y zurraban, sus madres guisaban, lavaban y callaban y, ellos, los hijos, pasaban las horas en la calle de un barrio poco prometedor para con su futuro. Un barrio en el que reinaba el equilibrio como ocurre en la sabana africana, allí con leones y gacelas y en Hell's Kitchen con mafiosos y trabajadores. El único problema de estos chicos fue perderse en su travesura y terminar en un sitio que les haría madurar de golpe. Y del que no se recuperarían nunca.

Para tal representación, escogieron a un variado reparto. Tenemos a los pesos pesados De Niro y Hoffman, sabedores de que no eran los importantes, de que esto no iba de ellos y por eso se limitaron a aportar su granito de arena con discreción, cuales abejas obreras. Luego aparece Kevin Bacon como un elefante en una cacharrería y casi se adueña de la función, pero "Sleepers" no le deja, a pesar de su talento y su rostro inolvidables. Los actores jóvenes sorprenden por su talento, en especial Joseph Perrino y Brad Renfro. Rabiosamente creíbles. Incluso por encima de sus homólogos más mayores. De hecho, Jason Patric es el único que no llega a los mínimos, el peor junto a la sosainas de Minnie Driver. Ron Eldard y Billy Crudup, con mucha menos presencia, brillan gracias a un director que sabe saborear cada puñetero detalle. Vittorio Gassman, inconmensurable. Para qué decir más. Pocas veces un reparto tan variopinto ha casado tan bien.

Quizás lo menos bueno de la película es el pequeño bajón que sufre tras alcanzar el ecuador, posiblemente porque veníamos de una primera hora y media radiante. Suerte que "Sleepers" no tarda en recuperarse y termina en el mismo nivel en el que empezó. Sorprende que sea Barry Levinson el director de esta maravilla, ya que podría estar firmada por Coppola y no me extrañaría en absoluto. Un relato sobre la vida de unos chicos a lo largo de los años, una auténtica montaña rusa en la que nos divertiremos en el soleado y decadente barrio de Nueva York para luego sufrir lo indecible en ese infierno regido por auténticos diablos. Tras ello, sólo queda buscar algo de justicia que no es más que un intento por alcanzar la paz. Para poder cerrar los ojos sin miedo. Para poder gozar de una existencia tranquila, ausente de problemas. Lo que todos buscamos. Se ve que ellos no lo lograron, pero si sirve de algo, yo sí os creo.