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Miquel rating:
8
7.3
3,101
Film noir. Drama
In 1928, young heiress Martha Ivers fails to run off with friend Sam Masterson, and is involved in fatal events. Years later, Sam returns to find Martha the power behind Iverstown and married to "good boy" Walter O'Neil, now district attorney. At first, Sam is more interested in displaced blonde Toni Marachek than in his boyhood friends; but they draw him into a convoluted web of plotting and cross-purposes.
Language of the review:
- es
April 25, 2011
45 of 47 users found this review helpful
El film combina cine negro y melodrama. Lo realiza Lewis Milestone (1885-1980) (“Sin novedad en el frente”, 1930), a partir de un guión de Robert Rossen, que desarrolla un argumento de John Patrick titulado “Love Lies Bleeding”. Se rueda en Paramount Studios (Hollywood, L.A., CA) y en un cruce de vías de la Southern Pacific Railroad. Es nominado al Oscar al mejor argumento. Producido por Hal B. Wallis para Paramount, se estrena el 24-VII-1946 (EEUU).
La acción dramática tiene lugar, en 1928 y en 1946, en la pequeña ciudad norteamericana imaginaria de Iverstown. Los caracteres principales se presentan bien definidos y diferenciados de manera que la interacción que se establece entre ellos resulta creíble y verosímil, pese a los toques de cierta exageración que caracterizan a los personajes y sus actitudes. Martha Smith/Ivers (Stanwyck) es una joven huérfana, que ha heredado una fortuna considerable. La gestiona provechosamente con la ayuda del antiguo administrador (Bohnen) de su tía (Anderson), fallecida en extrañas circunstancias. Martha es autoritaria, dominante, carece de escrúpulos y de principios morales y es desmesuradamente ambiciosa. Su marido, Walter O’Neil (Douglas), pusilánime y aficionado en exceso a la bebida, vive dominado por la esposa y desea ser elegido fiscal del distrito en beneficio de los intereses de su mujer. Sam Masterson (Heflin) regresa a su ciudad natal tras 18 años de ausencia. Es jugador profesional y convive con Antonia “Toni” Marachek (Scout), que tiene antecedentes carcelarios por robo.
El relato construye un melodrama de pasiones desatadas, con incorporación de crímenes, asesinatos, corrupción, chantajes, engaños, maquinaciones y ocultaciones. El desarrollo de la acción se ve rodeado de una atmósfera enrarecida y opresiva, que inquieta y ahoga. Contribuyen a ello la perversidad de la protagonista, sus amigos y colaboradores, la pulsación de la impunidad de los poderosos, la explotación de los débiles, la codicia y la ambición de poder de los líderes del lugar, la ausencia de referentes morales y el recurso al crimen y al asesinato. El ambiente destila aires de fatalismo y de inexistencia de vías de salida. La lucha atávica entre el bien y el mal, la ha ganado ampliamente el mal, presente en todos los rincones de la ciudad. De cara al futuro, los proyectos que se plantean y las expectativas que se manifiestan, añaden factores de pesimismo y desesperación. Ante semejante panorama deciden huir no tanto los buenos, que no aparecen en la historia, sino los menos malos, unos pocos que, como el demonio de la puerta de Rashomon, abandonan el lugar ante el horror que les produce la inmoralidad de los humanos.
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La acción dramática tiene lugar, en 1928 y en 1946, en la pequeña ciudad norteamericana imaginaria de Iverstown. Los caracteres principales se presentan bien definidos y diferenciados de manera que la interacción que se establece entre ellos resulta creíble y verosímil, pese a los toques de cierta exageración que caracterizan a los personajes y sus actitudes. Martha Smith/Ivers (Stanwyck) es una joven huérfana, que ha heredado una fortuna considerable. La gestiona provechosamente con la ayuda del antiguo administrador (Bohnen) de su tía (Anderson), fallecida en extrañas circunstancias. Martha es autoritaria, dominante, carece de escrúpulos y de principios morales y es desmesuradamente ambiciosa. Su marido, Walter O’Neil (Douglas), pusilánime y aficionado en exceso a la bebida, vive dominado por la esposa y desea ser elegido fiscal del distrito en beneficio de los intereses de su mujer. Sam Masterson (Heflin) regresa a su ciudad natal tras 18 años de ausencia. Es jugador profesional y convive con Antonia “Toni” Marachek (Scout), que tiene antecedentes carcelarios por robo.
El relato construye un melodrama de pasiones desatadas, con incorporación de crímenes, asesinatos, corrupción, chantajes, engaños, maquinaciones y ocultaciones. El desarrollo de la acción se ve rodeado de una atmósfera enrarecida y opresiva, que inquieta y ahoga. Contribuyen a ello la perversidad de la protagonista, sus amigos y colaboradores, la pulsación de la impunidad de los poderosos, la explotación de los débiles, la codicia y la ambición de poder de los líderes del lugar, la ausencia de referentes morales y el recurso al crimen y al asesinato. El ambiente destila aires de fatalismo y de inexistencia de vías de salida. La lucha atávica entre el bien y el mal, la ha ganado ampliamente el mal, presente en todos los rincones de la ciudad. De cara al futuro, los proyectos que se plantean y las expectativas que se manifiestan, añaden factores de pesimismo y desesperación. Ante semejante panorama deciden huir no tanto los buenos, que no aparecen en la historia, sino los menos malos, unos pocos que, como el demonio de la puerta de Rashomon, abandonan el lugar ante el horror que les produce la inmoralidad de los humanos.
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La obra está bien construida y su densidad dramática es coherente y consistente. Se hace uso de elipsis elegantes, sobreentendidos contundentes, ambigüedades calculadas e imágenes que aportan, sin palabras, significados relevantes, como el cenicero lleno de colillas. Las interpretaciones de Stanwyck y Heflin son acertadas y resulta elogiable el debut en la gran pantalla de Kirk Douglas. Hacia el final se alcanza el cenit de la historia con una secuencia inolvidable que suma referencias explícitas y elípticas. Se añade un torpe epílogo que trivializa la historia y la devalúa. Es muy aconsejable no verlo o bien olvidarlo enseguida y para siempre. Milestone se negó a rodarlo, se disgustó con Wallis y manifestó que nunca volvería a trabajar con él. Y así lo hizo.
La fotografía, en B/N, de Victor Milner (“Las tres noches de Eva”, Sturges, 1941), potencia la fuerza del drama mediante el uso de la obscuridad que refuerza con elementos diversos, como la lluvia, el viento, las tormentas de truenos y relámpagos, la interrupción del suministro eléctrico y el uso de velas. La decoración de la casa familiar evoca tiempos pasados (anteriores a 1946), responde a gustos anacrónicos y muestra un estilo decimonónico ecléctico que funde ideales románticos y barrocos. Su presencia reiterada aporta un factor dramático clave, que realza la extrañeza de lo que sucede en la casa. La música, de Miklos Rozsa (“Ben-Hur”, Wyler, 1959), eleva la tensión dramática ambiental y emocional con nueve cortes, de los cuales sobresale el dedicado a la canción original “Strange Love”, que define el bonito tema principal de la obra.
La obra está bien construida y su densidad dramática es coherente y consistente. Se hace uso de elipsis elegantes, sobreentendidos contundentes, ambigüedades calculadas e imágenes que aportan, sin palabras, significados relevantes, como el cenicero lleno de colillas. Las interpretaciones de Stanwyck y Heflin son acertadas y resulta elogiable el debut en la gran pantalla de Kirk Douglas. Hacia el final se alcanza el cenit de la historia con una secuencia inolvidable que suma referencias explícitas y elípticas. Se añade un torpe epílogo que trivializa la historia y la devalúa. Es muy aconsejable no verlo o bien olvidarlo enseguida y para siempre. Milestone se negó a rodarlo, se disgustó con Wallis y manifestó que nunca volvería a trabajar con él. Y así lo hizo.
La fotografía, en B/N, de Victor Milner (“Las tres noches de Eva”, Sturges, 1941), potencia la fuerza del drama mediante el uso de la obscuridad que refuerza con elementos diversos, como la lluvia, el viento, las tormentas de truenos y relámpagos, la interrupción del suministro eléctrico y el uso de velas. La decoración de la casa familiar evoca tiempos pasados (anteriores a 1946), responde a gustos anacrónicos y muestra un estilo decimonónico ecléctico que funde ideales románticos y barrocos. Su presencia reiterada aporta un factor dramático clave, que realza la extrañeza de lo que sucede en la casa. La música, de Miklos Rozsa (“Ben-Hur”, Wyler, 1959), eleva la tensión dramática ambiental y emocional con nueve cortes, de los cuales sobresale el dedicado a la canción original “Strange Love”, que define el bonito tema principal de la obra.