He disfrutado de esta historia sencilla pero densa y estupendamente desarrollada en un metraje muy ajustado, quizás hasta ligeramente recortable.

Rashomon es fundamentalmente una película muy humana y que a partir de las distintas versiones de los protagonistas de unos mismos hechos, muy concretos, nos invita a indagar en las motivaciones de cada personaje para alterar su versión de esos hechos, por un lado conscientemente para afrontar el juicio social, por otro, de un modo más subrepticio o directamente de manera inconsciente, para poder mantener una imagen propia aseada.

Porque nadie quiere presentarse ante el mundo como un delincuente sin escrúpulos, ni de puertas para adentro reconocer su cobardía o sus impulsos de abandonar o traicionar a un ser cercano en cuanto surge la ocasión.

Porque a veces actuamos, o nos obligan a actuar y afloran deseos y anhelos... y no siempre salimos bien parados, tras ello el remordimiento y la desaprobación social acechan y toca defenderse y poner el viento a favor. La redención puede esperar.

Rashomon tiene dos capas, las versiones según cada protagonista y las elucubraciones de los testigos del juicio. Y como era de esperar, cada uno compone su propia melodía de matices a su conveniencia.

Rashomon es una muestra de que a partir de lo ordinario se pueden crear historias extraordinarias.