Sobre la película y sobre Robin Williams ya está casi todo dicho en las demás críticas, así que centraré la mía en alabar el papel de dos magníficos actores que por aquel entonces eran jovencitos: Ethan Hawke, uno de los mejores y más brillantes actores del momento, quien además ha sabido orientar muy bien su carrera cinematográfica aceptando papeles llenos de retos en películas complicadas, y un Robert Sean Leonard cuyo registro interpretativo es más bien discreto (como lo es el de Hugh Grant por ejemplo) pero que en este papel que le toca simplemente lo borda. Pocos pueden poner una cara de ilusión como él, y esos rostros de ilusión por la vida y el teatro que pone a lo largo de la película son simplemente magníficos. Es difícil ver la emoción que pone el personaje por la interpretación, y no ilusionarse a su vez como espectador.

El resto de actores jóvenes, menos conocidos después, también hacen grandes papeles.

No me resisto a añadir que la película fue de las que marcó una generación. Acercándose a los 20 años de su extreno, todavía muchos de los que entonces éramos adolescentes repetimos de vez en cuando ¡Oh capitán mi capitán! como frase de rebeldía.