Grata sorpresa después de tanta crítica negativa.
La película es ante todo un espectáculo visual de primera, un torrente de sensaciones que empieza en la narrativa de ciencia-ficción y termina acercándose al expresionismo y al cine experimental.
Habrá quien tache a Boyle de videoclipero, como suele ser habitual, y puede que sea cierto, pero es algo que va con su estilo, que ya estaba en la insuperable Trainspotting y que no perjudica en mi opinión el resultado final, pues nunca pierde el hilo de la historia que cuenta, a parte de que no hay ningún director mejor en este terreno.

Para los amantes de la ciencia-ficción resulta siempre bienvenida una película de estas características, con hallazgos estupendos en este campo, aunque se resiente de muchas salidas de tono (muchas inverosimilitudes), perdonables cuando el filme se adentra en el terreno de lo expresivo (concretamente al final, como en 2001, una odisea espacial), pero que suponen un lastre en los momentos puramente narrativos (los típicos sonidos inexistentes en el espacio exterior y exageraciones varias).
Eso sí, es preferible no analizar la película como un ejercicio de género, pues el director va más allá, pasando de puntillas por el terror (con referencias a Horizonte final y Alien, el octavo pasajero) y llegando finalmente a la experimentación audiovisual en el campo de lo expresivo. De hecho, creo que las críticas negativas se deben a esto mismo.
En este film se repite el esquema de 28 días después, por lo cual es normal que las reacciones ante ambas películas sean igual de malas.
Creo que seré de los pocos que aprecien los dos últimos trabajos de Danny Boyle (prefiero olvidar que en medio realizó Millones, una película de lo más insulsa).