Recientemente he vuelto a ver esta película, que no veía desde hace más de una década. La primera vez yo tendría 16 años y me hechizó, en la segunda tengo 30 y me sigue hechizando. No se trata sólo de entretenimiento para niños, también a los adultos se nos ofrece el placer de disfrutar de este espectáculo sin igual. Para mí es la mejor película de animación de todos los tiempos junto con las dos entregas de Shrek. La Bella y la Bestia marcó un precedente y la Disney se superó a sí misma. Cuando pienso en la obra de culto de Disney, el gran clásico, siempre me viene a la mente esta prodigiosa cinta.
No me importa que todos los personajes se atengan a clichés preestablecidos (se trata de un cuento de hadas, un cuento tradicional, y los cuentos tradicionales tienen una estructura fija y reflejan estereotipos sociales). Lo que cuenta es el maravilloso despliegue de imágenes, diálogos, música y coreografías. Toda la película es como una danza coreografiada de manera que despierta nuestra simpatía, nuestras emociones y, desde luego, nuestro asombro (y cuando digo asombro no me refiero a los giros de la trama, que ya se saben desde antes de ver la peli, porque a ver quién no conocía el cuento desde pequeño; me refiero a que, mientras uno se deja atrapar por ese prodigio, llega a creer que la magia existe, no la magia creada por una varita, sino la que nosotros los humanos imperfectos somos capaces de crear cuando nos proponemos hacer algo bello).
Así que, si no la han visto, les aseguro que, si les gustan las películas de animación para todos los públicos, ésta cuando menos les hará pasar un rato agradable, a todos, grandes y pequeños. Y para todos los que siempre conservamos dentro a ese niño/a que fuimos.